Workshop
La danza de Mitali
Cuando la danza se convierte en un medio de encuentro, de diálogo con el otro y de paz.
Para Mitali D’souza la danza es un estilo de vida y también un instrumento de fraternidad. “Su” danza tiene raíces en la fe y en la tradición hindú: «Odissi es una de las ocho danzas indias clásicas. Es una forma muy antigua, que data del siglo II a. C., que se realizaba sólo en los templos. Luego, poco a poco salió y tuve mucha suerte porque pude conocer a las personas que la llevaron fuera de los templos por primera vez alrededor de la década de los años cincuenta, después de la independencia de India. Cuando luego se difundió entre la masa».
La danza de Mitali, su “estilo de vida” es la danza “Odissi”, llamada así porque nació en el Estado de Orissa, en la costa oriental de India. Mitali, que vive en Bombay, baila desde los cinco o seis años, apoyada por su familia, una familia de artistas: su madre, cantante y el padre músico. Aun si en general, en su país, la danza no es considerada como una profesión, Mitali recuerda que sólo recibió alientos de sus padres. También su esposo, Raúl es un bailarín, al igual que sus dos hijas, Diya e Risa. «Realmente he sido afortunada al encontrar a Raúl, que sostiene mucho mi profesión porque también él es un artista…», nos confía.
Raúl es cristiano, danza con otro estilo, el «Bharata Natyam», una recodificación contemporánea de una lanza litúrgica que se remonta a finales del siglo XIX. Así, su vida familiar y profesional es un original laboratorio de diálogo. «Cuando nos casamos, los dos estábamos en un buen nivel, y decidimos que no combinar nuestros estilos, no bailar juntos». Sin embargo, tras un año de matrimonio, en ocasión del Festival en Estados Unidos, los organizadores les pidieron que danzaran juntos, que hicieran una especie de “paso a dos”. «Es como si dos idiomas tuvieran que combinarse improvisamente, ya sabes, ¡es algo nuevo!» explica.
Entonces, Mitali y Raúl se dirigen a sus maestros, a sus gurú, y juntos componen una pieza de alrededor de tres minutos. «Era la secuencia de la apertura de Shiva y Parvati cuando se encuentran, también conocida como “Ardhanariswar”. Después de nuestro espectáculo, desde el salón nos llegaron muchas bendiciones y buenos deseos. Alguien también nos dijo: “por favor sigan bailando juntos”».
Tanto entusiasmo por parte del público hizo que Raúl y Mitali reconsideraran la posibilidad de transferir aquel diálogo que caracteriza su vida familia también a la danza: «No queríamos mostrar las diferencias de nuestro estilo, pero si queríamos mostrar que es posible completarnos recíprocamente». No sólo: «A veces, cuando estando en el palco nos dábamos cuenta que uno de los dos cometía un error o se olvidaba algo… quizá porque existe esa química entre nosotros, porque somos marido y mujer, tratábamos de remediar el uno los errores del otro. Así para nosotros ¡cada espectáculo ha sido memorable! ¡Y el público siempre ha estado entusiasmado!».
Mitali dirige también una escuela de danza, donde enseña a los alumnos de todas las edades, desde niños hasta ancianos. «Antes pensaba que la danza fuera sólo para un grupo particular de personas, de una edad determinada. Pero a lo largo de mi recorrido, especialmente en los últimos tres años, he encontrado un gran número de personas que quieren aprender a bailar, así comencé a experimentar con los ancianos, ancianos que tenían más de setenta años».
Todo comenzó cuando una amiga le pidió la coreografía de una danza con personas ancianas, con motivo de la Jornada de los ciudadanos ancianos del mundo. Secuencia que sus alumnos realizaron a la perfección. Después de un mes, la contactaron de otra ONG. «¡Esta vez, todos los pacientes estaban en silla de ruedas! No sabía qué podía enseñarles. Puse la música y les dije que aplaudieran: arriba, abajo, a un lado, comenzaron a moverse en círculo, a chasquear los dedos, a entrecruzar los brazos… y ¡se divirtieron! Entonces el director me pidió que volviera». Tercera experiencia: Una profesora de yoga de unos ochenta años, que vive en su mismo edificio, le pide que le enseñe la danza Odissi e involucra a un nutrido grupo de personas de su misma edad. «Hoy puedo decir orgullosamente que tengo alumnos que van desde los cinco a los 100 años y más, viendo que la abuela de una amiga mía, hace poco ha cumplido 100 años, y ella ha sido una de las personas que ha participado en un taller para ancianos que hice recientemente».
Es bello escuchar a Mitali. De sus historias emerge toda la pasión y el amor que tiene por sus alumnos y su disciplina. Está que no se trata solamente de una técnica…
En India se dice que un bailarín es un mediador que transmite el mensaje de Dios al público y lo que el público siente a Dios.
Según Mitali, la danza tiene tres propósitos en el enfoque de los tres “y”: «Es un medio para educar, un medio para entretener (“enlighten” en inglés) y un medio para iluminar (“enlighten” in inglés) a las multitudes». Y continúa: «en India, se dice que un bailarín es un mediador que transmite el mensaje de Dios al público y lo que el público siente a Dios». Y para explicar mejor, cuenta un episodio. «Tenía que presentarme en un espectáculo enseguida después de los ataques terroristas de noviembre del 2008, en Mumbai. El sitio era frente al Hotel Oberoi-Trident, donde había ocurrido uno de estos ataques. A pesar de todo, decidimos subir al escenario. Y, al final de la presentación, una señora se me acercó, bañada en lágrimas, y me dijo: “Mitali, te quiero decir que hoy me sentí en el Paraíso”. Esto me impactó mucho porque si a través de mí alguien puede experimentar el Paraíso, ¿qué más puede querer un bailarín?».
Mira el video de la entrevista completa con Mitali D’souza: