Watch
Escuchar la voz de los nativos para salvar el planeta
De Alberto Barlocci – Città nuova
En el mundo hay 370 millones de descendientes de pueblos indígenas (repartidos en 90 países), que tienen mucho que decir para salvar los bosques amenazados por los incendios. Su vulnerabilidad al coronavirus no puede pasar desapercibida.
Si han seguido la serie canadiense “Anne con E” (en inglés: Anne with an “E”), en Neflix, notaron que en algunos capítulos, la simpática y exuberante protagonista, entra en contacto con una chica de un pueblo natal, a quienes los residentes de la zona, tratan con recelo y desprecio porque son “salvajes”. Inmune a los prejuicios, Anna se hace amiga con la coetánea, que luego sus padres envían a una casa de religiosas católicas para ser “civilizada”. Se trataba de programas del gobierno canadiense que, según la mentalidad colonialista de la época (estamos a finales del siglo XIX) consideraba a los nativos seres inferiores. Programas que tenían como objetivo cancelar las costumbres y tradiciones ancestrales, “matar al salvaje” para hacer “vivir al cristiano”. Un programa análogo se introdujo también en Australia, como aparece en la última parte de la de una análoga película, de hace algunos años (de Baz Luhrmann con Nicole Kidman e Hugh Jackaman). En el 2008 los gobiernos de los dos países pidieron perdón por semejantes errores y abusos a las respectivas poblaciones nativas.
El encuentro, a menudo el choque, entre la cultura occidental y cristiana con las culturas nativas, no solo en América, paso a través de numerosas ambivalencias. Figuras clarividentes y mente abierta permitieron armonizar las visiones, así como las mentes estrechas fueron incapaces de promover una auténtica inculturación evangélica.
Todavía hoy sucede: no es fácil liberarse de siglos de preconceptos y prejuicios y salir de los guetos mentales en los que a menudo se está prisioneros. Hace algún tiempo me contaron las socias de una cooperativa de Santa María de Catamarca, en el nordeste andino de Argentina, que no sin esfuerzo redescubrieron actividades y costumbres ancestrales que hicieron parte de su patrimonio cultural, como el cardado de la lana o ciertas prendas, incluso comidas, que los misioneros de la zona les habían enseñado a despreciar porque eran “cosas indias”.
Aún queda un largo camino por recorrer para armonizar la convivencia cultural entre las poblaciones nativas y las llamadas “civilizadas”. Así se expresa también la carta dirigida a los líderes presentes en la 75ª Asamblea General de las Naciones Unidas del Coica (Coordinación de las organizaciones indígenas de la Cuenca Amazónica), que representa a cerca 3 millones de nativos pertenecientes a más de 500 pueblos de la región amazónica. Una vez más la soberbia, la ausencia o la complicidad de los poderes políticos, el descuido y la ignorancia, están causando estragos entre los habitantes originarios de la selva. En la Amazonía tampoco podemos respirar, se titula el documento. El Coica afirma que tanto el fuego que devora los pulmones del mundo como el virus que arrasa los pulmones humanos están atacando a estos pueblos, comprometidos a hacer “todo lo posible para contener simultáneamente el avance de incendios, de los virus y las invasiones: una batalla desigual para sobrevivir y garantizar la sobrevivencia de toda la humanidad”. El Coica pide a los jefes de Estado y de Gobierno que se comprometan en “el uso de los recursos naturales”. Un mensaje claro: “No habrá otra forma de recuperar nuestras economías si no retomamos seriamente la recuperación de nuestros ecosistemas naturales”. Los pueblos nativos piden que se mantenga intacto al menos el 80% de la selva amazónica, y que, durante 10 años, el territorio deforestado sea reforestado.
El seminario promovido por la Universidad Internacional de La Rioja, en España, también habló sobre la situación de los 370 millones de miembros de comunidades indígenas en el mundo, repartidos en 90 países, con intervenciones en línea de expertos de varios países latinoamericanos. También surgió la extrema vulnerabilidad de las comunidades nativas frente al coronavirus, y la lentitud con la que se toman medidas legales para garantizar los derechos de estos pueblos. Muchas veces la discriminación comienza haciendo invisible una realidad social: es el caso de Chile, donde la diversidad étnica (el 9% de la población es de origen indígena) está completamente ausente en el texto constitucional, que no por casualidad se quiere reescribir.
La sabiduría de estas culturas debe recuperarse si queremos encontrar el equilibrio con los ecosistemas. Tienen mucho que enseñarnos. Hace años, en la provincia de Santa Fe, en el oriente argentino, existía un problema de agua potable en un río debido a la presencia de sustancias naturales venenosas. Las autoridades estaban a punto de intervenir radicalmente en la zona construyendo depuradoras para el tratamiento del agua. Providencialmente, algunos expertos quisieron antes, escuchar la opinión de la comunidad indígena local. Los indígenas les mostraron lo que habían aprendido de sus antepasados: plantar en la rivera del río algunas especies de árboles que tienen la capacidad de neutralizar aquellos venenos. El problema se resolvió, se respetó el ecosistema y se evitaron desperdicios e infraestructuras no necesarias. Sobre todo, se descubrió la riqueza y el valor de una cultura que siempre había estado presente en la zona.
Fuente: