Workshop
Construir calles para construir comunidad
Para esta historia #DareToCare nos trasladamos hasta El Salvador, en Centroamérica, donde las grandes desigualdades socioeconómicas se ven reflejadas en el completo abandono de poblados urbanos y rurales. Pero aún ahí, donde parece que todo escasea, hay algo que comienza a brotar: el sentido de comunidad y cuidado del otro.
Pajigua es un poblado ubicado al oriente de El Salvador. Sus calles son todas de tierra y caminar por ellas es parte de la rutina de Elizabeth Granados, una joven de 28 años.
Por donde vive, nunca ha pasado un autobús. Para ella, como para el resto de miembros de la comunidad de Pajigua, la vida ha transcurrido entre trasladarse del campo a la ciudad y de la ciudad al campo. Recuerda que cuando era pequeña, debía caminar dos horas y media para poder ir a la escuela.
¿Qué hay de especial en esta población donde ni siquiera los servicios básicos están garantizados? Para responder a la pregunta entrevistamos a “Eli”, como la llaman sus amigos.
Para atender la entrevista, Eli debió moverse de lugar y hacer un recorrido de al menos una hora y así obtener una señal de internet que le permita atender la llamada. Al responder, su tono de voz traslada felicidad, su actitud es vibrante y lo transmite en seguida.
Pero no solo su voz es enérgica, también lo es su vida y las muchas actividades que lleva a cabo. Eli no sabe exactamente por dónde comenzar a contar lo que hace. Aclara que no le gusta asumir el rol de protagonista. Finalmente decide empezar por el inicio:
“Hace muchos años, mientras caminaba por las calles de mi pueblo, soñé que tenía una casa en la que podía alojar a muchos niños. Los niños eran felices, podían estudiar, tener comida y hacer muchas actividades. Ahí empezó todo”.
Aunque la educación y la alimentación son derechos humanos fundamentales para toda persona, en muchos países de Latinoamérica estos se convierten en un privilegio. Según datos de Naciones Unidas, en El Salvador, solo 6 de cada 10 niños termina la escuela y 1 de cada 6 padece de desnutrición crónica. Ante las deplorables condiciones de vida, especialmente en las zonas rurales, muchos jóvenes optan por migrar a Estados Unidos. “Aquí los niños crecen con la idea que al llegar a la adolescencia la única opción es irse del país”, cuenta Eli. Actualmente 2.2 millones de salvadoreños viven en Estados Unidos.
El sueño de niños felices, con mejores oportunidades y condiciones más dignas, inspiró a Eli a empezar un recorrido, con gestos pequeños. Desde hace ya varios años comenzó con la idea de reunirse junto a varios niños y jóvenes a leer una vez al mes una frase del Evangelio, la cual se proponen de vivirla durante un mes. A este grupo llegan jóvenes que incluso pertenecen a pandillas y organizaciones criminales, pero que al estar en contacto con ellos, se sienten parte de algo, de una familia que los acoge sin juzgarlos.
También llegan otros que como Eli, buscan poner “manos a la obra” en las necesidades de la comunidad, y en el año en que mundialmente hemos sido llamados a encerrarnos y quedarnos en casa, en Pajigua ha sucedido todo lo contrario: las puertas a la fraternidad se han abierto de par en par.
En mayo, iniciaron con la recaudación de víveres y artículos de primera necesidad para las personas más pobres, los ancianos y los más desprotegidos. En junio, Eli y su hermano comenzaron a colocar piedras en una de las calles de tierra del cantón. Mientras jalaban las piedras del río y construían la calle, más miembros de la comunidad se contagiaron del entusiasmo y decidieron colaborar. “Para nosotros no es solamente empedrar calles, sino crear la idea de que trabajando juntos podemos mejorar la comunidad” dice Eli.
Las iniciativas no han parado. Cada semana surgen nuevos desafíos, pero acompañados de respuestas creativas.
En julio, para conmemorar el día de la Tierra, junto a los niños y jóvenes recogieron los desechos plásticos del territorio. Además de concientizar sobre el cuidado de la casa común, el plástico fue vendido para su reciclaje.
Ese mismo mes, recibieron la noticia de una familia de la comunidad que por orden de un juez fue obligada a desalojar la casa donde vivían, pues no era de su propiedad. Al ver que los cuatro miembros de la familia quedaban sin un techo para vivir, hicieron un video en el que contaban su situación y pedían donaciones para construirles una. En pocas semanas las donaciones empezaron a llegar desde México, Estados Unidos, Brasil, Italia y también de El Salvador. A través de una plataforma creada en internet, más de 140 donadores se han hecho presente. En la construcción de la casa colaboran muchísimos y actualmente llevan el 60%.
Paralelamente a la construcción de la casa, muchas otras piezas se mueven: como el caso de una familia en la que debido a las condiciones de pobreza, todos dormían sobre el suelo. Al ver esto, Eli activó las redes de ayuda y colaboración y en pocos días llegó el dinero para poder comprar colchones para todos.
En agosto, Eli conoció a Josué, un niño que soñaba con manejar una bicicleta. Entre la basura, Josué encontró un pedazo de una. Lo tomó y le acomodó una rama de árbol para darle la forma de bicicleta. Conmovida, Eli buscó la ayuda para comprarle una bicicleta nueva.
Confiesa que la mayoría de los aportes que recibe vienen de vecinos de Pajigua que al migrar a Estados Unidos buscan ayudar a la comunidad y envían dinero. Josué no solo recibió una bicicleta nueva, también su hermana Stefany recibió una y además, el dinero también alcanzó para que pudieran tener ropa nueva, zapatos y comida.
“Los impulsos de querer el bien del otro es lo que te hace querer hacer más cosas. Los frutos de todo esto no lo ves siempre inmediatamente, pero lo que me queda es la esperanza de que estas generaciones sean generaciones más conscientes, que cuidan del planeta, que estudian y que cuidan los unos de los otros”.
La lista de cosas que Eli ha impulsado no termina aquí, son muchas. Y aunque ella no se considera a sí misma como la verdadera protagonista, reconoce que encontrarle solución a los muchos problemas de su comunidad es posible cuando cuidar de los demás se vuelve parte de nosotros.