“R.M.N.” (“Animales salvajes”), su última película, está ambientada en un pequeño pueblo de Transilvania, donde el equilibrio de la comunidad local (compuesta por diferentes grupos étnicos) entra en crisis por la llegada de unos trabajadores de Sri-Lanka. La película reflexiona sobre el presente y sobre la naturaleza humana, tocando de forma problemática los temas del otro, del encuentro, de la violencia y el amor, de la aceptación. De todo esto hablamos con el director Christian Mungiu, ya ganador de la Palma de oro en Cannes (2007) con “4 meses, 3 semanas, 2 días”, y mejor director, también en Cannes (2016) con “Un padre, una hija”. Aquí está la primera parte de la entrevista (clica aquí para leer la segunda parte):

Tu película está ambientada en una tierra, Romania, que conoce el tema de la emigración y el trabajo en el extranjero. Más precisamente en un pueblo de Transilvania donde llegan tres extranjeros de Sri-Lanka para trabajar regularmente en la panadería del país. A su llegada, sin embargo, los lugareños (en su mayoría húngaros) inician una protesta que termina en violencia contra el extranjero. Si bien quienes protestan son una minoría en la zona que habitan, parecen no tener memoria de la emigración y son incapaces de ponerse en el lugar del otro. ¿Será la falta de empatía, uno de los males de nuestro tiempo, el tema o uno de los temas de tu película?

Así es, lo que desentona desde el comienzo de la historia es esta incapacidad de identificarse con una situación conocida (mientras que, lamentablemente, la xenofobia en sí ya no es noticia hoy en día). Estas personas son una minoría, por lo que uno esperaría que expresaran más compasión y empatía, pero rechazan a los inmigrantes exactamente como lo haría la mayoría. ¿Por qué? Primero, porque los humanos no somos tan racionales y razonables como pretendemos ser. Somos egoístas de nacimiento e, idealmente, queremos la mejor situación posible: en este caso, ser tratados de igual a igual cuando emigramos a Occidente, pero también tener la libertad de oponernos a los extranjeros cuando alguien aún más pobre llega a nuestra tierra desde el Este. Segundo, porque la actitud instintiva de la minoría es defender su identidad (no frente a los extranjeros, sino frente a la mayoría). Sin embargo, con el tiempo, ese instinto se convierte en el rechazo de cualquier elemento extraño que intente penetrar en su comunidad desde el exterior. La triste realidad es que los propios húngaros habían sufrido un odio e intolerancia igualmente fuertes por parte de la población rumana. Desafortunadamente, parece que la empatía no es una capacidad innata. Si bien el instinto de supervivencia está inscrito en nuestro ADN y hace que veamos al otro como un enemigo potencial, la empatía se desarrolla solo a través de la instrucción, y sobre todo en comunidades que han alcanzado cierto nivel de bienestar económico.

La película nace de una noticia sucedida en 2020, precisamente la protesta contra los trabajadores de Sri-Lanka, pero cuenta algo mucho más grande: el miedo al extranjero, la dificultad para reconocerlo como una persona idéntica a nosotros, el peligro de ser una comunidad cerrada. El espacio de la película es circunscrito, el pueblo rodeado por el bosque habitado por animales salvajes, que sin embargo quizás representa un lugar mucho más grande: Europa, el mundo entero, nuestra interioridad. ¿Querías hablar de nuestro continente y de algo más amplio y profundo con R.M.M?

Las situaciones tienen que ubicarse en el espacio, y las mías se ambientan en Rumania, donde puedo observar los detalles desde cerca. Pero, definitivamente, mis películas no son solo sobre Rumania y los rumanos, sino sobre la gente en general, sobre la naturaleza humana y la condición del mundo, hoy destrozado por el ritmo de la globalización y ansiedad generada por el miedo a la inminente degradación del mundo tal como lo conocemos: se percibe que somos demasiados para los recursos aún disponibles. A veces, para los espectadores es más fácil pensar en ciertas actitudes desagradables que se muestran en las películas solo ocurren en el país mencionado en la película, pero, si somos honestos con nosotros mismos, nos damos cuenta de que situaciones como la NMR ocurren en todas partes y son explotadas por políticos manipuladores, partidos que aspiran al poder lucrándose con la ignorancia, el miedo y el egoísmo.

El personaje de Csilla parece el más positivo de la película. Es el copropietario de la panadería quien decide contratar a los trabajadores esrilanqueses, y si es cierto que la elección obedece a motivos económicos (fondos europeos), en Cslla parece crecer un sentimiento humano hacia ellos. Consigue dialogar con ellos y cuando llegan las amenazas los lleva a su casa. Hay una secuencia en la cena donde tocan música juntos con vasos. Es un pasaje muy hermoso, que en mi opinión habla de fraternidad, de seres humanos que usan siempre la lengua común del arte y del amor. ¿Estás de acuerdo?

Es así, ella es el personaje más “progresista” de la película, comparte muchos de los gustos y opiniones de su generación, que circulan por internet en la era de la globalización; pero todos los personajes de la película son ambiguos, como sucede en la vida real. Está dotada de una mayor empatía, por lo que se ve obligada a comunicarse más con los extranjeros. A veces, cuanto esto sucede, descubres que los demás no son tan diferentes a ti: comienzas a percibirlos como personas que tienen una familia, problemas, gustos, opiniones tal vez ni tan diferentes a las tuyas. Sin embargo, en general es raro tener la voluntad de entablar un diálogo real con aquellos que son muy diferentes a nosotros: preferimos juzgar sobre la base de clichés y simplificaciones. La instrucción pero también el arte y la cultura pueden a veces unir las personas y animar a luchar contra sus instintos más profundos, sus miedos y su naturaleza violenta.