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“Fui un niño soldado, hoy trabajo por la paz”

 
27 agosto 2024   |   Internacional, Paz, Living Peace International
 
Foto di Paweł L._Pexels
Foto di Paweł L._Pexels

Arthur fue un niño soldado, “enrolado” contra su voluntad junto con muchos otros compañeros. Hoy es un artesano por la paz, y cuenta su historia así…

Lo llamaremos Arthur: nadie puede saber si es su nombre o no, pero su historia es verdadera, hecha de violencia, de horror, y de un renacimiento en señal de paz. Se puede nacer en un país en guerra y convertirse en “artesanos de paz”.

Todo empezó en los años 90, cuando su país, en el corazón del continente africano, vivía una guerra civil por el control de las minas de diamante. Se dice que la primera víctima de toda guerra es la verdad, pero inmediatamente después están ellos, los niños, necesitados de cuidados, de cariño, de abrazos, y obligados en cambio, en una guerra innoble, a tomar las armas y convertirse, a pesar de ellos mismos, en asesinos. Se estima que alrededor de 5.000 niños fueron secuestrados por los rebeldes en aquel periodo, para reforzar el ejército, poder tomar el poder y conservarlo.

«En aquellos años también se crearon grupos de rebeldes para luchar contra el ejército del gobierno» -dice Arthur- «y un día un grupo de hombres armados llegaron a mi pueblo, entraron a mi casa y me llevaron con ellos, para agregarme al ejército de “niños soldados”».

Aquel día Arthur está junto a muchos otros niños como él. Se marchan y son obligados a caminar toda la noche para llegar a su base. «Durante este trayecto uno de los niños, agotado, pide descansar. Uno de los rebeldes lo mira y le dice: “Ok, quédate aquí a descansar y nosotros seguimos” y sin dudar le dispara».

Arthur tiene solo 6 años cuando es capturado y comienza a aprender a convivir con los rebeldes que saquean y queman aldeas, masacran a los habitantes, cortan las manos de los adultos y niños para que no tengan las huellas dactilares para votar. «Pasamos de ser niños con miedo a los disparos, a ser nosotros quienes disparaban».

De hecho, muchos niños son reclutados como soldados sin tener conciencia de ello, considerados entre los mejores por distintos motivos: no entienden el nivel de gravedad de la situación, son pequeños, veloces y están en grado de colarse en las alcantarillas, huecos y camuflarse si es necesario. Detrás de una promesa o una amenaza, son muy fieles. También Arthur durante cinco años, vive en este clima, donde los niños también son drogados para poder cometer atrocidades.

«Durante nuestros viajes, las mujeres de las aldeas eran obligadas a llevarnos comida. Un día, entre esas mujeres, reconozco a mi mamá, que durante años había creído muerta. Tuvimos que fingir indiferencia, no alegrarnos, no reconocernos para salvarnos, pero luego con una estrategia logré huir con ella para regresar a la ciudad y buscar ayuda del ejército del gobierno que nos ayudó hasta que terminó la guerra».

Con el fin de las atrocidades, permaneció la dificultad de llegar a la paz verdadera, y todavía es demasiado grande el deseo de venganza con respecto a los rebeldes.

También en este caso son los niños, los verdaderos protagonistas del cambio; Arthur cuenta la impresión que tuvo un día, cuando el presidente del país le preguntó a una niña a la que le habían cortado las manos: «Si vieras a las personas que te cortaron las manos, ¿qué harías? -la niña responde: “Tengo que perdonar a los rebeldes porque si no perdonamos, la guerra nunca tendrá fin».

Estas palabras se difunden en todo el país: «Tal vez es gracias a personas como esta niña que en nuestro país se acabó la guerra» -continua Arthur, que enseguida comienza a ir a la escuela, y conoce a misioneros xaverianos que le hicieron conocer también una forma distinta de vivir, donde la fraternidad está al centro. «No crean que haya sido fácil, o inmediato, porque las heridas estaban ahí y lo están todavía, pero detrás del ejemplo de esa niña he tratado de vivir como esos misioneros me proponían, tratando de hacer a los demás lo que me hubiera gustado que me hicieran a mí, y siento que he cambiado dentro».

Es un cambio que continua hoy y que llevó a Arthur a estudiar a Italia y a compartir la vida con personas de diversas partes del mundo: «En medio a tantas culturas, traté de acoger la diversidad con todo mi corazón. Entendí que hay otra forma de vivir, sin miedo».

Para Arthur resulta natural trabajar en ámbito de la ciudadanía global y seguir, por ahora de forma remota, proyectos para escuelas en algunos países africanos. Dentro del proyecto Living Peace Internacional, Arthur es un embajador de paz con un sueño en su corazón: «Me gustaría regresar a mi país y trabajar con mi pueblo, sobre todo con los niños y jóvenes para formarlos a vivir por la fraternidad entre todos los hombres».


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