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Ciencia y paz: un sueño necesario

 
25 mayo 2024   |   , Película,
 
Imagen de Bruno en Pixabay
Imagen de Bruno en Pixabay

Una reflexión sobre el delicado papel de la ciencia en la construcción del bien común, la paz y la unidad del mundo (no la división que genera violencia) a través de una serie y dos películas.

Este año es el 150° aniversario del nacimiento de Guillermo Marconi (1874), el primer y fundamental artífice del desarrollo de las telecomunicaciones por ondas de radio, de la telegrafía inalámbrica, cuya evolución condujo al nacimiento de la radio y la televisión. Un padre de la comunicación, en fin, un genio (Premio Nobel de Física en 1909) al que, con motivo de este importante aniversario, la televisión italiana ha homenajeado con una serie titulada “Marconi – el hombre que conectó el mundo” (disponible en Italia en Raiplay).

Una obra de cuatro episodios que testimonia la relevancia del personaje (interpretado por Stefano Accorsi) solo con la palabra “conectado” en el subtítulo: un verbo que huele a contemporáneo, incluso a futuro. La serie, sin embargo, se abre a reflexiones más amplias y complejas. El Marconi aquí descrito, expresa claramente que en una época no menos compleja y violenta que la nuestra, puso su talento, al servicio de todos.

Estamos en 1937, en plena época fascista, apenas unos años después de la Segunda Guerra Mundial, pero a quienes le recuerdan que su trabajo sirve para «garantizar prosperidad al País», Marconi responde diciendo que, a la prosperidad de un solo pueblo, prefiere “la prosperidad de toda la humanidad”. Ya a través de este rápido intercambio de palabras, toma forma la antigua y compleja relación entre los conceptos de ciencia, descubrimiento, desarrollo tecnológico e invención, con los de humanidad, moralidad, sentido ético, unidad y hermandad.

Este pequeño diálogo nos hace pensar en cómo la ciencia debe estar al servicio de los más altos ideales, de la paz y de la unidad de los pueblos, cómo debe servir al único bien del mundo entero. No al privilegio de alguien sobre otro.

Sin embargo, precisamente por su importancia, la ciencia puede utilizarse como herramienta de división e incluso, en casos extremos, como un arma real. El pasado mes de febrero se puso a disposición en Netflix una docuficción titulada Einstein y la bomba, con el protagonista inmerso en el mismo tenso tiempo que Marconi (Einstein lidiando con el nazismo) y también en esta obra surge una compleja reflexión: ¿cuál es la función de la ciencia cuando logra producir la bomba atómica? ¿qué valor y qué significado tiene una ciencia que produce un instrumento tan hostil para el hombre?

El protagonista nos habla de este dilema vivido como tormento en primera persona, ya que está involucrado, de alguna manera, con su investigación, con su genio, en hacer imaginable ese terrible objeto de destrucción.

Viendo este riguroso documental y observando también la ficción sobre Marconi, es imposible no pensar en la película Oppenheimer de Christopher Nolan, en la que hay una frase dirigida al protagonista, también un brillante físico: “Usted es el hombre que dio poder a los hombres para destruirse a sí mismos”.

El conocimiento y la paz pueden entrar en conflicto, a través de estos inventos y estas tensiones puede vivir dentro de estos mismos personajes, como se ve en los títulos citados, sometidos a una política centrada demasiado a menudo en los intereses de las propias fronteras, más que sobre el mundo en sí. Un egocentrismo político alimentado por el creciente miedo a los demás.

Para evitar las nubes oscuras y dolorosas sobre este espinoso tema, vienen otras palabras de la serie Marconi: el hombre que conectó el mundo. De hecho, hay un monólogo al final de la historia, en el que el protagonista reitera su concepción del descubrimiento como una herramienta para romper fronteras, para hacer más cercanas y amigables las personas que viven en el mundo. No como un elemento para crear los antagonismos y las divisiones que le aterrorizan, lo fragmentan, poniendo «en discusión la misma idea de hombre», agrega Marconi.

El científico e inventor a quien también en cierto modo debemos el nacimiento del Internet, define la «verdadera ciencia -como la materia que- mejora vidas actuando como una fuerza para el bien, no destructiva. Entonces -concluye un Marconi luminoso y sabio- aprovechamos sus maravillosas conquistas para alcanzar el objetivo más elevado: la paz y la solidaridad entre todos los pueblos».

Una sutil búsqueda de la fraternidad universal, que se puede alcanzar a través de la relación entre ciencia, tecnología y comunicación, acompaña y realza esta serie sobre Marconi, lanzando, de alguna manera, un mensaje a nuestro presente sobre el que soplan vientos de desconfianza y angustia. Hoy más que nunca debemos reflexionar sobre el papel fundamental (pero delicado) que juega la ciencia en el proceso real de los seres humanos, sobre cómo debe ponerse a trabajar con el sueño y el objetivo concreto de construir un mundo unido.


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