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De la mano con mi hermano
Una reflexión sobre la belleza y el gran valor de la fraternidad a través de dos recientes películas y una serie de televisión: Tori y Lokita de los Hermanos Dardenne; Spirited – Espíritu de navidad de Sean Anders y Todo pide salvación de Francesco Bruni. Tres historias de hermanos que se encuentran a lo largo del camino, abrazados para protegerse de las tempestades, para construir fuerza y esperanza, para gozar juntos el mismo don de la vida.
Tori viene de Benin, Lokita de Camerún. Sin embargo, son hermanos: se hicieron hermanos durante el duro viaje que desde África los llevó a Europa. Han madurado esta convicción, este sentimiento profundo, cuidándose uno al otro, convirtiéndose en la posibilidad de abrazo y apoyo recíproco cada día. Ahora no quieren separarse: no pueden renunciar a ese potente antídoto contra el sufrimiento en una Europa en la que viven como últimos, obligados a someterse a la violencia y opresión de un grupo criminal que acecha presas fáciles como ellos: jóvenes vidas indefensas y más aún si están solos. Más fuertes cuando están unidas; por tanto, Tori y Lokita intentan demostrar que son hermano y hermana ante la ley belga: se preparan juntos, con fría dulzura, para hipotetizar cada pregunta del duro interrogatorio a que Lokita se ve obligada, para obtener también ella los documentos. Incluso las trampas del trabajador social.
No es suficiente: la racionalidad del reglamento, la firmeza del mundo contemporáneo dividido y asustado los obliga a separarse y enfrentar los peores caminos. Lokita está mal, su ansia logra calmarse solo con la presencia de su “hermano”. Tori, un muchachito de doce años valiente y genial que, con obstinación y valentía encuentra la “hermana” y juntos enfrentan la dureza que rima con tragedia. Tori y Lokita son los dos protagonistas de la nueva y emocionante película de los hermanos Dardenne, estrenado en Italia hace pocos días y realizada aún sobre pilares fuertes de los maestros belgas: la denuncia política y social combinada con un fuerte humanismo, al abrazo acogedor de la fragilidad humana. Es el tema de los migrantes a mantener unidos estos polos, pero dentro de esta obra amarga y dolorosa -como suele ser el cine de Jean-Pierre y Luc Dardenne- crece, de manera ásperamente poética, el valiente tema de la fraternidad, con su fuerza dinamizadora y salvífica, capaz de transformar a dos individuos perdidos, en personas vitales, fuertes a pesar de una vida complicada, como lo es la humana de un modo u otro y, particularmente puede serlo, en ciertos casos. Tori y Lokita se hacen hermanos para intentar hacer sostenible la empinada subida, aferrarse firmemente a la palabra esperanza, para poder soñar más concretamente y construir, cogidos de la mano, la palabra futuro. Hay otra película reciente e igualmente bella, aunque muy diferente de la primera en la que en un momento dado aparece la palabra hermano. Se llama Spirited – espíritu de Navidad, dirigido por Sean Anders y para verlo no hay que ir al cine, sino entrar a la plataforma Apple Tv+. Se trata de una reelaboración moderna, articulada pero nunca opacada, disgregada o tambaleante, de hecho, llena de brillantez y energía de -Canción de Navidad de Charles Dickens.
Es un musical chispeante pero lleno de diálogos inteligentes y es la historia del viejo Scrooge que, ahora redimido, se ocupa para recuperar anualmente un alma perdida: como el Espíritu de Navidad Presente, colabora con los otros dos -el da la Navidad pasada y la Navidad futura- para cambiar la existencia interrumpida de un corazón humano. Cuando elige a un cierto Clint Briggs, advenedizo, apuesto y cínico, inteligente y hábil manipulador, y lo lleva a releer su pasado y a trabajar sobre su capacidad de perdonarse verdaderamente, de aceptar los propios errores y a dejar a un lado el miedo de equivocarse otra vez. Crecerán juntos, los dos personajes: el trabajo de uno actuará sobre el otro, y al final, cuando Clint finalmente se da cuenta de que algo se ha modificado en su corazón (cuando dirá que para cambiar no existe un «remedio mágico rápido», sino que tienes que «despertarte cada día, levantarte de la cama y decidir»), encontramos este diálogo entre los dos: «me parecía que nos estábamos haciendo hermanos», dice el hombre en camino de redención. El rostro del otro se ilumina, alegremente incrédulo: «nunca he tenido un hermano». «Bueno, ahora lo tienes», le dice el otro y poco después se lanzará debajo de un autobús para salvarlo sin explicarse por qué: «Instintivamente diste tu vida para salvar a alguien a quien quieres», le dice el espíritu de la Navidad presente. «Mi hermano…», suspira Clint; «tu hermano» el otro le hace eco. Aquel hermano encontrado en el camino, adquirido y moldeado en el camino, ese don recogido de la vida y capaz de transformar la existencia misma. El mismo hermano mencionado por Daniel, el protagonista de la serie Todo pide salvación, dirigida por Francesco Bruni a partir de la novela homónima de Daniele Mencarelli, finalista del Premio Strega en 2020 y ganadora del Premio Strega Giovani del mismo año. Está en Netflix y cuenta la historia de Daniele, de hecho, obligado, después de una violenta crisis, a un TSO en el Hospital. Aquí encuentra personas vulnerables y sufrientes, nada alineadas con esa tan ansiada y tranquilizante normalidad (casi siempre) tan deseada y esquiva. La experiencia es dura, pero de gran ayuda para la liberación de la sensibilidad de Daniel, para la apertura y amplitud de su corazón. Por ellos llegará a experimentar un sentimiento profundo, a considerarlos «lo más cercano a mi verdadera naturaleza que he conocido». «Los reconocerá hermanos ofrecidos por la vida, encontrados en el mismo barco en medio de la misma tormenta, entre la locura y otra cosa que algún día, tal vez, sabré nombrar. Cada uno en su rincón de la habitación, indefensos frente a la propia condición, expuestos a las intemperies de hombres desnudos abrazados por la vida, aplastados por un destino recibido como don. Son mis hermanos», volverá a decir. Aquellos que todos encontramos cada día y que haremos siempre bien a reconocer y a tomarlos de la mano.