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El amor que salva en la película “Hojas de otoño”
El tema del amor salvífico está presente en la última película del director Aki Kaurismaki: “Kuolleet lehdet” (“Hojas de otoño”), premiada en Cannes y ahora está en los cines. Una película seca y poética, delicada pero capaz de gritar con fuerza la importancia del amor como instrumento fundamental para el futuro del ser humano.
Ahí afuera hay un mundo doloroso. El director finlandés Aki Kaurismaki no lo oculta: lo muestra con una radio encendida que habla continuamente de la guerra entre Ucrania y Rusia. Lo reitera con la mediocridad de un empresario despiadado: un administrador de supermercado que castiga con el despido a una trabajadora frágil solo porque encontró en su bolso comida caducada, destinada a la basura.
Dentro de este mundo duro, hostil y con el corazón petrificado, sin embargo, sigue circulando una humanidad segura y vidente, formada por compañeros solidarios de la pobre mujer humillada, de quien cuida a un perro indefenso, o de personas simplemente capaces de enamorarse.
Dentro de este mundo de miserias y nobleza morales, éticas, humanas, se mueven los dos protagonistas de Hojas de otoño: la última película del maestro Kayrusmaki, ganadora del gran premio del jurado en Cannes, en cartelera a principios de 2024. Son Ansa, precisamente la empleada del supermercado, obrera en una fábrica tras ser despedida y Holappa, obrero también el, despedido porque fue encontrado bebiendo alcohol.
Almas silenciosas, frágiles pero dignas, dentro de un Helsinki proletario y marginal, habitado por vidas invisibles para el poder. Solas en sus espacios austeros, en sus repetidas desilusiones. Hasta que el amor las hace encontrar. Y salva sus vidas. Ansa es un tren milagroso para Holappa. Holappa lo es para Ana. Aunque si su luminosa historia encuentra tropiezos en el camino.
El pierde el número telefónico de ella y parece perderla para siempre. No será así. Ella descubre que él tiene problemas de alcohol y le da un ultimátum: ha perdido un padre y un hermano por este motivo, entonces Holappa debe dejar de tomar. De lo contrario ese tren salvador no hará paradas.
Holappa logra, pero pasa un bus y lo enviste. ¿Fin de la historia? ¿El amor que salva es solo una utopía? ¿Hoja al viento? ¿Tríptico de palabras inútiles? ¡No! Holappa entra en coma pero Ansa permanece cerca de él y cunado abre los ojos los dos caminan nuevamente en un final chapliniano. Felices hacia un nuevo horizonte.
El amor se da, el amor existe. El amor salva. El de un hombre y una mujer, pero podemos interpretarlo (también) como el amor entre todos los seres humanos: amor político, social, humano en sentido amplio, en el cine de Kaurismaki como simple, esencial, atento a los últimos, al sufrimiento del mundo.
Su melodrama, lleno de citas cinematográficas comenzando por el título (como “Escrito sobre el viento” de Douglas Sirk, 1956) y de música conmovedora como conmovedores son sus personajes, puede ser leído como un himno a aquel amor que salva de la muerte a la especie humana. El amor que hace que dejemos de pisotearnos entre nosotros y a los demás. El amor que es contrario al odio que mata, como dice la radio que cada vez que se enciende en la película
Ansa y Holappa parecen animaciones coloridas y poéticas, realizadas con el toque del pincel inconfundible de Kaurismaki. Parecen figuras suspendidas en una fábula melancólica, pero respiran, sufren, gozan y hablan por todos. Son un megáfono tenue y potente en medio de las bombas del presente, reales y metafóricas. Son un amplificador que tiene el valor y la obstinación de gritar la importancia fundamental del amor. Nos recuerdan qué maravilloso instrumento de sobrevivencia es inherente en cada uno de nosotros.