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«Sobreviví al Holocausto gracias a la esperanza y los sueños»
Por Maddalena Maltese
Evi Blaikie fue uno de los “niños escondidos” en Hungría. Hoy sigue haciendo oír su voz en defensa de la paz y del cuidado.
Convertirse en bisabuela de una niña adorable ha sido al mismo tiempo una alegría enorme y una especie de venganza para Evi Blaikie, de 82 años, hebrea, húngara y americana. Evi es muchas cosas: intérprete, estilista, activista ambiental, autora, documentalista, docente y filántropa. Pero es también una sobreviviente del Holocausto.
“Los nazis me han quitado a mi familia, y yo construí una nueva. Mi vida, todo lo que he hecho, ha sido a pesar de esta experiencia, porque nosotros no debimos haber sobrevivido. No deberíamos haber tenido una vida próspera, en primer lugar, por el Holocausto, y luego por el orfanato”.
Mientras habla de su lucha por la supervivencia, muestra fotos de la nieta recién nacida, sin perder la sonrisa y la alegría. Evi forma parte de la escuadra de niños escondidos que lograron sobrevivir al exterminio nazi precisamente porque fueron escondidos en sótanos y desvanes o adoptados por familias e instituciones cristianas con documentos falsos que les salvaron la vida, a costa de su identidad religiosa y de sus costumbres.
Nacida en París, de padres hebreos, Evi vio a su padre pasar a la clandestinidad debido a sus creencias políticas después de la invasión alemana de 1940. Su madre, saliendo de compras es atrapada en una redada y enviada a un campo de trabajos forzados. Al darse cuenta de la gravedad de la situación, una tía decide llevarla de regreso a Budapest, donde vivían otros parientes. Sin documentos, la tía viste de niño a Evi y la hace pasar por su propio hijo para hacerle cruzar la frontera.
“En enero de 1944 tenía 5 años, cuando un día oí que golpeaban a la puerta. Mis parientes abrieron y apareció frente de nosotros una mujer muy delgada y pequeña. “¡Magda!” -gritó mi tía. Era mi madre. Había logrado huir del campo austriaco caminando por los bosques durante tres semanas, siguiendo solo la luz del sol”.
Evi guarda cada detalle de ese día en su memoria. Tras la redada de los judíos húngaros en marzo de 1944, la madre decide buscar refugio en una granja de un pequeño pueblo. Evi, el primo más grande de Peter y Magda cambian nuevamente de nombre, religión y lazos familiares.
El día de la liberación es una de esas escenas que quedaron indelebles en la memoria de Evi. “Fue un invierno helado. Nuestra granja estaba en la línea de combate entre aliados, nazis y rusos y las bombas y balas caían sin descanso. El frío nos obligaba a estar en la cama envueltos en las cobijas, porque los alemanes se habían llevado nuestra leña”.
“Cuando los soldados rusos llegaron esa noche, sosteniendo velas decoradas de una iglesia para iluminar porque no tenían antorchas, no teníamos un lenguaje común para comunicar nuestra situación, para demostrar que éramos hebreos. Luego mi madre comenzó a recitar la oración hebrea más importante, Shema Israel, y un oficial ruso le respondió. Aquel paso de la Biblia fue nuestro salvo conducto”.
Evi se conmueve recordando aquel momento.
Después de la guerra, Magda y Evi fueron a París, donde Evi vive durante dos años en un orfanato hebreo, hasta que, dos años más tarde, se transfieren a Londres, donde la niña vuelve a ser internada en un orfanato, porque la madre trabaja duramente y el padre muere en Auschwitz.
“Los años posteriores a la guerra han sido muy difíciles para mí, más que la misma guerra. Durante la guerra tenía siempre a alguien cerca: mi madre, mi primo, los demás prófugos. En cambio, en el orfanato me sentía abandonada, no había nadie que se interesara por mí” cuenta.
Sin embargo, precisamente en ese abandono, la pequeña Evi y los otros huérfanos experimentan por primera vez el valor de la esperanza. “Éramos tan infelices. No teníamos familiares con nosotros, pero éramos unidos, y teníamos nuestros sueños, así nos poníamos a inventar historias. Algunos soñaban con convertirse en estrellas de cine, otros médicos, y hablábamos incesantemente de esos sueños de niños. Haríamos muchas cosas, saldríamos de aquí, viajaríamos…. Estos eran nuestros cuentos. Los sueños nos daban esperanza y fuerza para ir adelante día tras día. No había otra forma”.
Algunos de ellos se han realizado su sueño, otros no. Algunos, luego se convirtieron en protagonistas del documental “Remember Us: The Hungarian Hidden Children” (“Recordemos: los niños húngaros escondidos”), un relato coral de aquellos niños que hoy tienen los cabellos blandos y que transcurrieron su infancia como sobrevivientes. Evi es una de ellas. Se dejó filmar en los sótanos y cuartos oscuros de Budapest donde vivió como fugitiva junto a decenas de otros invisibles.
En el orfanato, la vida de esta niña escondida cambia. Fue aceptada en un prestigioso liceo y gana una beca de estudio en la universidad de Viena, donde estudia interpretación, profesión que luego le permite transferirse en Venezuela y finalmente en Estados Unidos, en 1960.
Aquí se casa con un irlandés católico y sus tres hijos, cinco nietos y su bisnieta se convierten en el tesoro más precioso de su vida.
Evi tiene un deseo incontenible de vivir. Le gusta visitar museos, porque la “creatividad hace que el mundo sea mejor y más interesante. Estar en contacto con la creatividad, cultivar, transformar los objetos me da esperanza que las cosas puedan mejorar. Sin esta esperanza, se muere y no queda nada”.
Evi es también autora del libro “Magda’s Daughter – La hija de Magda”, una conmovedora autobiografía que narra una vida a la sombra del exilio.
Como jubilada, Evi ha comenzado una nueva carrera: enseña inglés a decenas de migrantes y refugiados en el Centro ARNIC de Nueva York. Su pasado le permite identificarse con sus historias y dificultades, pero también inculcarles valor para mirar con esperanza el futuro.
Evi también se dedica a construir un futuro de paz y armonía en Israel, apoyando a “Hand to Hand”, una ONG que paga a las escuelas públicas para contratar a un maestro palestino, para permitir que los alumnos se reúnan, aprendan un nuevo idioma y descubran una nueva cultura.
“Ya hemos involucrado siete escuelas en el proyecto, y he visto personalmente a niños palestinos e israelíes crecer juntos, como los brotes de una nueva estación”, cuenta Evi con orgullo.
Pero el trabajo más importante que está llevando adelante ahora, dice, es hacer conocer su experiencia de sobreviviente del Holocausto en las escuelas, en las universidades y en las asociaciones. “Debemos recordar lo que pasó. Quedamos pocos para poder contarlo. Leí que el 25% de los estadounidenses nunca han oído hablar del Holocausto: estoy aquí para demostrar que sucedió”.
¿Qué les dice a los estudiantes? “Mi mensaje es siempre el mismo: tengan conciencia de lo que sucede a nuestro alrededor, hagan lo correcto y cuídense. No vivan la vida como si fuera solo suya. La vida siempre es para los demás. Tienen que saber lo que sucede, no pueden dar la espalda, porque si lo hacen, puede ocurrir otro Holocausto. Su trabajo es custodiar a los demás, cuidar de ellos”.
¿Hay lugar para la fe después de una experiencia tan trágica? “Soy profundamente hebrea, pero digamos que Dios y yo tenemos algunos asuntos pendientes”.
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