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Australia. Con las ganancias de Waterjars ayudas para salud e instrucción
Por Maria Gaglione – Publicado en Avvenire el 22/02/2020
EoF: las historias – La experiencia australiana de Natalia Teguhputri quien fundó un movimiento para que, parte de las ganancias de la empresa en donde trabaja, se destine a proyectos para comunidades desfavorecidas.
Natalia Teguhputri es una de las participantes a The Economy de Francisco que hará un larguísimo viaje para estar en Asís el próximo mes de noviembre. Llegará desde Australia, con su mirada y experiencia como joven católica. Persona de intensa espiritualidad, Natalia vive la dimensión misionera de la fe en todos los ámbitos de su vida. Se siente llamada a estar a la escucha, en este tiempo de grandes cambios, para promover la construcción de un mundo más justo.
Natalia tiene orígenes indonesios y muchas pasiones: desde el arte marcial hasta el canto y el ukulele, los libros y los largos paseos en bicicleta. Licenciada en economía y comercio, tiene experiencia profesional en contabilidad y finanzas. «Actualmente trabajo como analista de finanzas en una empresa promotora inmobiliaria. Estoy convencida que se puede conjugar economía, fe y misión y por esto he comenzado a estudiar nuevamente: estoy completando un postgrado en estudios teológicos en la Universidad Católica Australiana con especialización en filantropía y servicios sin fines lucrativos». En el 2015, Natalia fundó el movimiento Waterjars. «Sencillamente, estaba en mi oficina y un día propuse y obtuve la aprobación del consejo administrativo de la sociedad, para la cual trabajo, para destinar un porcentaje de las ganancias anuales de nuestra empresa para apoyar proyectos de desarrollo para comunidades en situación vulnerable».
La palabra “waterjars” no existe, le preguntamos. ¿la inventaste tu? «Mas o menos», nos responde Natalia con una linda sonrisa. «Juan 2, 1-12. Las bodas de Caná, el milagro de Jesús que transforma el agua (en inglés wáter) de las tinajas (jars) en vino. Soñamos repetir hoy, con nuestro trabajo, el mismo milagro. Como pequeñas tinajas de agua, somos un instrumento en las manos de Dios. El agua es nuestro trabajo, nuestra ganancia que la Providencia transforma en ayuda concreta para los más necesitados». Una providencia que Waterjars ha aprendido a captar gracias a la colaboración de muchas organizaciones sin fines lucrativos y otras entidades que están interesadas en financiar proyectos sobre todo en el campo de la salud, instrucción y nuevas generaciones. «Hasta ahora hemos dado ayudas y subsidios por valor de más de 300.000 dólares australianos». La historia de Waterjars es un relato de contagio positivo. «Después de todo, somos “solo” narradores de historias, dice Natalia. En este empeño nuestro, nos hemos dado cuenta que ayudar a personas en condiciones desfavorecidas, requiere un paso fundamental: ponerse al lado de ellos y caminar juntos. No se puede conocer su visión del mundo ni sus exigencias desde el escritorio de una oficina. Es necesario salir a la calle. Es esto lo que Waterjars trata de hacer».
Natalia y sus amigos, Jim, Thandi, Henny comparten la vida de las personas que luego les señalan organizaciones, fundaciones, particulares que ofrecen ayudas concretas. «En el 2017 regresé a Indonesia, para visitar el pueblo de Mbuwu en PaluProv -nos dice Natalia- viniendo de ese país, pensaba que estaba preparada. Compré tiquetes aéreos en Melbourne y me fui. Me sentí tan impotente y derrotada por todo lo que vi en ese pueblo: falta de agua y servicios higiénicos básicos. Gracias a Waterjars logramos recaudar fondos para construir 2 tanques de agua y 40 baños. En el equipo Waterjars estoy encargada de la contabilidad, conozco todos los números de los proyectos, las partidas presupuestales. Pero cuando encuentro a las personas, cada vez, me doy cuenta que no existen sólo las necesidades que se pueden satisfacer poniendo dinero y construyendo pozos u otras cosas. Las personas en condiciones de vulnerabilidad económica a menudo sufren de ese sentimiento de exclusión y rechazo al que se ven sometidas. Sin embargo, es fuerte la necesidad de sentirse parte del mundo en el que viven, ser escuchados y reconocidos en su dignidad de hombres y mujeres». Invisibles, pobres rechazados por la historia y la narración de la historia, dirían algunos. «Estos encuentros te cambian la vida, nosotros los contamos con el respeto y el amor que merecen. El llamado del Papa Francisco a ser promotores de un cambio que haga de la economía de hoy y de mañana más justa, inclusiva y sostenible, sin dejar a nadie atrás, fue muy fuerte. Por esto estaré en Asís».
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