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Colombia. La comunidad del cacao que se opone a la violencia
Por Maria Gaglione – publicado en Avvenire el 23/05/2020
#EoF: las historias – En Colombia, un grupo de cultivadores ha decidido oponerse a la droga y a la explotación del territorio. Hace diez años que están obligados a vivir bajo protección.
La participación de José Roviro López Rivera aporta a la Economía de Francisco la historia de toda una comunidad colombiana, la Comunidad de Paz San José de Apartado. «Conocimos la economía de Francisco gracias al grupo de acompañamiento internacional Operación Colombia, que lleva más de 10 años trabajando para protegernos«, dice José. En el centro de las luchas internas que han atormentado a Colombia durante más de 50 años, la comunidad nació en 1997 del deseo de un grupo de ciudadanos de no ceder a la espiral de violencia y venganza que la rodeaba. Desde entonces han muerto más de trescientas personas y aún hoy los miembros de la comunidad siguen siendo víctimas de intimidación y abuso por parte de quienes quieren imponer el control de la tierra. «Nuestra comunidad se basa en la justicia y la fraternidad. Hemos pensado y puesto en práctica una nueva forma de vida, una nueva economía nacida de decir no a la guerra«. La Comunidad de Paz es una comunidad autónoma, formada por pequeños grupos que cultivan en tierras comunes productos para su subsistencia y cacao orgánico para la exportación. «El cacao, que se vende dentro del circuito de comercio justo en Inglaterra, Alemania e Italia, es un bien muy preciado para proteger nuestra tierra y nuestra comunidad«. José se encarga de coordinar el equipo de comunicación y de la venta de cacao.
«No tenemos propiedad privada y la venta en el extranjero de lo que conseguimos sirve para garantizar la seguridad económica. Invertimos principalmente en la formación y la educación. Nos sentimos como hacedores de cambio que están experimentando una economía profética, un reconocimiento que recibimos en noviembre de 2018 en el evento internacional de Castel Gandolfo, Economía Profética. Debemos luchar juntos para proteger nuestro hogar común, como lo ha llamado el Santo Padre. Defender la tierra, frenar el avance del extractivismo en nuestro territorio. Elegir la no violencia todos los días y tener el valor de denunciar todas las violaciones de los derechos humanos. Este es el legado que queremos dejar a nuestros hijos.
La comunidad se define por reglamentos internos como la no participación en el conflicto armado, la no transmisión de información o ayuda a los grupos beligerantes, el no cultivo de coca y exige a sus miembros un compromiso colectivo con un sistema económico basado en la auto-sustentabilidad para la alimentación, la economía, la energía y la educación. Por lo tanto, defender la vida, los derechos humanos, los derechos de los agricultores, la tierra y sus recursos, luchar para crear un camino diferente: estas son las motivaciones que impulsaron a emprender este camino. Y siguen apoyándolo. Es una vida difícil, en continuo peligro, se puede entender a los ojos de José, pero «la solidaridad internacional y la fraternidad que nos acompañan son nuestra gran fuerza. Y luego están ellos, los niños y niñas, los jóvenes y los jóvenes que crecen con la conciencia de que la Comunidad de Paz representa una esperanza para el mundo entero. Una esperanza que debe ser alimentada todos los días, juntos».
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