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Como si fuera el último día de mi vida
De Fausta Giardina
Joseph Konah Karoma, de Sierra Leona, ha sido un “niño soldado”. Ahora estudia en el Instituto Sophia. ¿Cuál es su sueño? Llevar el amor entre su gente.
Era una tarde cualquiera, de 1998, en Makeni, una bella ciudad del centro de Sierra Leona, cuando un grupo de hombres armados irrumpió en la casa de Joseph, que entonces tenía solo 6 años. Tomaron algo de dinero, algo de comer, pero antes de salir, uno de ellos se fijó en él, lo miró directamente a los ojos y… se lo llevo consigo.
Así es como Joseph se unió al ejército de esos “niños soldados” que, según las últimas estadísticas, hasta la fecha en todo el mundo, suman 300.000.
Durante ocho años se desató una guerra civil en Sierra Leona, una guerra de armas y diamantes. ¿Recuerdan la película «Diamante de Sangre»? habla de ese período y esa nación. Pero volvamos a Joseph.
Lejos de su familia, aprende a vivir en la selva, con los rebeldes: «¡Cuántas barbaridades vi en esos años! Casas quemadas, asesinatos a sangre fría, manos cortadas…. Todas imágenes que estremecieron mi mente de niño».
Pero un día…
«Los civiles -cuenta Joseph en un buen italiano- fueron obligados a darnos comida. Después de cada movilización nuestra, se notificaba a los de las aldeas vecinas. Y un día, entre aquellos civiles, ¡estaba mi madre! ¿Cómo puede una mujer ocultar la emoción de reencontrar a su hijo después de 5 años, un hijo que ya daba por muerto? Sin embargo, la madre de Joseph lo logró. Nadie se dio cuenta de su felicidad. Hablaron en dialecto y rápidamente se pusieron de acuerdo.
«Mi jefe, en el campo, había perdido un hijo en la guerra y me había elegido para reemplazarlo. Estaba a su servicio directo, pero también disfruté de algunos privilegios. Así que esa noche le dije que quería ir a caminar y de inmediato me dio permiso. Me reuní con mi madre y juntos volvimos a la ciudad, donde el ejército oficial había tomado el control».
En el 2002 termino la guerra civil, pero el rencor y el deseo de venganza que se generalizaron a toda la población, no permitieron una paz real.
«Un día el presidente tomó a una niña a la que le habían hecho cortar las manos y le preguntó: “Si vieras las personas que te cortaron las manos, ¿qué harías?”. La niña respondió “Yo tengo que perdonar a los rebeldes porque si nosotros no perdonamos, la guerra no se acabará jamás”».
Nos podemos imaginar esta escena trasmitida a través de todos los canales de televisión, Joseph sonríe: «No había televisión. Todo esto fue transmitido por radio y difundido ampliamente por las calles de las ciudades, a través de automóviles con altoparlantes. Gracias a estas palabras, en nuestro país terminó la guerra».
Finalmente, Joseph pudo ir a la escuela, donde conoció a sacerdotes italianos. «Descubrí una nueva vida. Conocí el Evangelio, y me gustaba mucho participar en los distintos encuentros con los otros niños. Luego, aprendimos las canciones del Gen Rosso y del Gen Verde, ¡que nos enseñaron muchas cosas!».
En el 2011, Joseph llega a Montet, en Suiza, en una ciudadela de los Focolares, donde permaneció durante un año en la escuela de formación para jóvenes del Movimiento. «Fue allí donde escuché hablar del Instituto Universitario Sophia e inmediatamente comencé a soñar, ¡pero había demasiadas dificultades”.
Terminado el período en Suiza, Joseph regresó a su país y comenzó a estudiar “Desarrollo de la comunidad” y religión. «También enseñé religión durante dos años. Pero dentro de mí, en mi corazón, siempre estaba Sophia. Recé mucho para que mi sueño se realizara».
En el 2019, Joseph fue invitado a la Asamblea de jóvenes del Movimiento de los Focolares, como representante de Sierra Leona. «En aquella ocasión conocí también otra realidad de la Obra de María: el Movimiento Diocesano. Para mí fue muy importante, porque aprendí muchas cosas. Con Alfred, otro joven que estaba conmigo, fuimos a Ascoli Piceno, donde pudimos participar en varios encuentros con jóvenes, familias y sacerdotes. Enriquecidos con esta experiencia de vida, regresamos a nuestro país donde tratamos de llevar a la parroquia lo que habíamos aprendido en Ascoli. A nuestro alrededor se formó un grupo de muchachos incentivados por el Evangelio. Con ellos enseñamos catecismo a los niños, y ayudamos al párroco con la preparación para el bautismo».
Luego llegó la pandemia. Las iglesias se cerraron y se cerró todo el país. «Junto a estos muchachos, nos dijimos: “Si las iglesias están cerradas, nosotros no estamos cerrados al amor” y comenzamos a hacer algo, limpiando la iglesia cada semana y reuniéndonos en varias parroquias».
Y ahora, finalmente, Joseph llegó a Sophia. «Mi experiencia aquí es muy bella. Sophia me ha dado la posibilidad de vivir la cultura de la unidad con personas de diferentes partes del mundo. En medio a tantas dificultades siempre he tratado de amar con todo el corazón, como si fuera el último día de mi vida. Sophia me ayuda a prepararme para el futuro, aún más, como dice el Papa, a preparar el futuro. Después de mis estudios en Sophia, quisiera continuar a dar a los demás el don que Dios me ha dado aquí, y vivir y comunicar siempre, a muchos el amor de Dios».
Y ahora, finalmente, Joseph ha aterrizado en Sophia. «Mi experiencia aquí es muy bonita. Sophia me dio la oportunidad de experimentar la cultura de la unidad con personas de varias partes del mundo. En medio de tanta diversidad, siempre he tratado de amar con todo mi corazón, como si fuera el último día de mi vida. Sofía me ayuda a prepararme para mi futuro, de hecho, como dice el Papa, a prepararme para el futuro. Después de mis estudios en Sophia, me gustaría seguir dando a los demás el regalo que Dios me ha dado aquí, y vivir siempre y comunicar el amor de Dios a muchos «.
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