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Egipto: el anhelo de mujeres libres y con derechos
En el día internacional de la mujer, queremos dar voz a mujeres que aún en contextos de grandes desigualdades, sufrimientos y limitaciones, han dado un paso adelante y trabajan por reducir las brechas enraizadas por generaciones, como aquellas económicas. Hoy en particular escuchamos a Samah Kades Shody de Egipto, un país en el que muchas mujeres no tienen derecho a estudiar o trabajar.
«Alzo la voz no para gritar, sino para que se oiga a los que no tienen voz. No podemos triunfar cuando la mitad de nosotros está frenada». Esta frase de la activista Malala Yousafzai representa el clamor de muchas mujeres alrededor del mundo que, condenadas socialmente por el hecho de ser mujeres, sufren rezagos históricos.
En The Economy of Francesco, los jóvenes economistas y change-makers han dedicado un espacio a tratar el tema de las desigualdades económicas en las mujeres al rededor del mundo. En el seno de estos procesos y temáticas encontramos a Samah, una joven que ha querido contar cómo el entorno en el que creció ha sido un cruel escenario para ser mujer.
Samah es egipcia, de una ciudad llamada Sohag, al centro del país. Ella enfatiza desde un inicio que la realidad que se vive en el Centro y Sur de su país es muy distinta a la que se vive en el Norte. Samah es abogada y ahora está por finalizar un máster en Economía y Management en el Instituto Universitario Sophia, en Italia. Su pasión ha siempre sido la de atender las necesidades de los últimos. Precisamente por ello, por más de 10 años realizó voluntariados en distintas organizaciones como Caritas y Save the Children.
Su paso por estas organizaciones le permitió tocar con las manos realidades muy difíciles: niñas forzadas a casarse, a abandonar los estudios, e incluso condenadas a prácticas como la FGM (mutilación genital femenina por sus siglas en inglés). Para 2021 Naciones Unidas estimaba que el 86% de las mujeres egipcias casadas de entre 15 y 49 años habían sufrido mutilación genital femenina. “Yo no sabía cuán frecuente fuera esta práctica en mi país – relata Samah – hasta que estuve en programas de asistencia sanitaria y desde ahí trataba de educar a la gente, haciéndoles ver que esta práctica no era buena y que con ella podían incluso acabar con la vida de estas niñas, que por lo regular tienen entre 8 y 15 años”.
Para conocer con mayor precisión los desafíos que las mujeres enfrentan en este país, basta dar un vistazo a algunos datos como estos:
- En 2020, Egipto ocupaba el puesto 134 de 153 países en el Índice Global de Brecha de Género.
- Ocupa el puesto 140 de 153 países en participación y oportunidades económicas de las mujeres.
- Solo el 18% de las mujeres en edad de trabajar participan en la economía, frente al 65% de los hombres.
“Me duele ver a jóvenes de 16 o 17 años que son obligadas a casarse y a las que les hacen creer que su única obligación en la vida es traer bebés al mundo” refiere Samah, enfatizando en que esto se convierte en una condena para el desarrollo. Luego lo traslada el plano económico: “Esto significa que deben abandonar la educación – continúa – y abandonar cualquier posibilidad de crecimiento profesional. La consecuencia está a la vista de todos: es muy difícil ver a una mujer que emprende o que ocupa altos cargos en los negocios”. Para Samah, estos procesos que relegan a la mujer están cargados de violencia social, física y psicológica.
Un legado generacional
Muchas de las prácticas que atentan contra las mujeres en Egipto, tienen sus orígenes en factores culturales y generacionales que han quedado como una desafortunada herencia para la sociedad. Samah señala que un primer paso para romper con estas cadenas es despertar conciencias y enseñar a las propias mujeres que el derecho a decidir y trazar su propio futuro no puede ser pisoteado por estigmas y prejuicios sociales.
Samah recalca que aunque es afortunada de poder estudiar en el extranjero, el recorrido no fue fácil, pues para hacerlo su madre debió pedir permiso a los hombres que gobiernan su familia y afrontar los estigmas de esta decisión.
Aunque el pasado es imposible de cambiarlo, aún hay mucho qué hacer para el futuro, para las futuras generaciones.
“Sueño con nuevas generaciones, capaces de entender que tienen derecho a elegir libremente qué quieren para sus vidas. Sueño con hombres que vean con ojos nuevos a las mujeres y reconozcan en ellas sus capacidades como compañeras de negocios, de estudio, de trabajo. Sueño con una sociedad sin estigmas” indica Samah.
Es en este recorrido hacia la construcción de nuevos procesos económicos y sociales que ha descubierto la comunidad global de The Economy of Francesco, en donde considera que ha encontrado a jóvenes líderes que son capaces de construir cambios tangibles en sus propios territorios. Desde la aldea temática de “Women for economy” (mujeres y economía), ha podido abordar temas que en su país simplemente sería imposible de tratar. Los desafíos son grandes, pero le alienta conocer e interactuar con jóvenes colegas que tratan de cambiar las cosas desde las pequeñas comunidades en las que viven.
Inspirada por estas realidades, Samah espera que al terminar el máster y regresar a su país pueda contribuir con más fuerza y conocimiento con las familias que constantemente se acercan a ella para pedirle consejos y asesorías y generar cambios que parten desde lo social pero que llegan a incidir en la economía. Y a las mujeres les dice: “luchemos y resistamos. Trabajemos con determinación”.