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El gran viaje del Papa Francisco
Las misiones apostólicas del Papa Francisco recopiladas en un conmovedor documental de Gianfranco Rosi: “In viaggio” (En viaje), presentado en el Festival de Cine de Venecia y en la sala de Italia, desde el pasado 4 de octubre. Las palabras, las miradas, los encuentros del Pontífice para llevar esperanza y luz a un mundo que sufre.
Viajar para el Papa Francisco significa llegar al otro, encontrarlo, ayudarlo. Llevarle cuerpo y palabras de vida. Viajar quiere decir mirarlo a los ojos, tocarlo, escucharlo. Reiterar que es su hermano amado. “No están solos”, dijo Bergoglio a la multitud reunida en la favela de Varginha, Brasil, cuando la visitó en 2013: en uno de los “37 viajes apostólicos” realizados en “59 países” desde que es Pontífice. Lo explica el pie de foto que abre el poderoso, doloroso y grisáceo documental -pero con rayos de sol gigantescos y regenerativos- dirigido por Gianfranco Rosi y presentado (fuera de concurso en la selección oficial) durante la última muestra de Cine de Venecia: se titula “In Viaggio”, está en el cine, en Italia, desde el pasado 4 de octubre -día de San Francisco- y es una apasionada observación, una escucha atenta, participada, del Santo Padre en llevar amor viajando por el mundo.
El maestro italiano de la no ficción, ya autor de preciosas obras como Fuocoammare (Oso de oro en Berlín en 2016), rodada en Lampedusa sobre la tragedia de los migrantes, y de Notturno (siempre presentado en Venecia, en el 2020), sobre las mujeres y los hombres en Medio Oriente martirizado por la guerra, escapan de su película las nubes y la oscuridad de nuestro tiempo, el grito de dolor del planeta enfermo en el cuerpo y en el alma. Los muestra (también) con conmovedores fragmentos de sus trabajos: los mismos radares de Fuocoammare por ejemplo, que capturan las voces desesperadas y penetrantes de los migrantes en medio del mar. A esta grisura devoradora, sin embargo, se acerca la luz; a las nieblas oscuras en las que nos movemos, responden la esperanza y la confianza contenidas en las palabras del Papa a las poblaciones del mundo. Francisco repetidamente, con paciencia, con extrema decisión, indica una salida. Lo hace con un río de sustancia y belleza que parte de la isla de Lampedusa, primera etapa de su pontificado, y atraviesa Irak, Chile, Malta, Cuba, los Estados Unidos, Emiratos Árabes, Filipinas, Armenia, Kenia, México, República Centroafricana, entre muchos países y culturas encontradas. Al norte y al sur del mundo.
El director, viajero también él, atento también a los últimos que sufren, confecciona esta sentida respuesta hecha de frases inequívocas, tan sencillas como incisivas, humildes, pero fuertes y definitivas, que mientras modelan, acumulando, un eficaz retrato de Bergoglio, regeneran el espíritu de quien las escucha en la película. «No es la cultura del egoísmo y del individualismo -dice el Papa- que construye un mundo más vivible, sino aquella de la solidaridad»- Agrega: «El otro no es un competidor, un número: es un hermano. Todos somos hermanos». Advierte: «O vivimos juntos el futuro o no habrá futuro». Aclara: «La tragedia humana que representa la migración forzada el día de hoy es un fenómeno global, y esta crisis se puede definir en números, pero pedimos definirla con nombres, historias y familias».
El documental “In Viaggio” está hecho de rostros y cuerpos que se miran y se abrazan, con palabras dolorosas, pero también capaces de invitarnos a “soñar”. Palabras para la defensa de los pobres, de los migrantes, de la creación, de la dignidad de la persona. Palabras para el diálogo entre las religiones, entre diversidades, para la continua puesta en marcha de la solidaridad y la atención al otro. Palabras contra “una sociedad que ha olvidado la experiencia del llanto, del sufrimiento con». Palabras contra la «globalización de la indiferencia que nos ha quitado la capacidad de llorar» delante de la tragedia de los migrantes. También palabras capaces de pedir perdón por los errores cometidos y palabras, muchas, fuertes, contra la guerra. Pidiendo perdón al Padre por esto. «Perdónanos la guerra, Señor. Detengan la mano de Caín -dice el Papa, retomando la oración del arzobispo Mimmo Battaglia- no nos abandones a nuestras acciones. Y cuando hayas detenido la mano de Caín, cuida también de él, hermano nuestro».
Pero también están los silencios, muchos, profundamente comunicativos, en el largo montaje de Gianfranco Rosi. Los del Papa Francisco: silencios de oración, de reflexión, de compasión, de cercanía, de estados de ánimo humano ante un mundo en tempestad. El primero está al comienzo de la película, abordado metafóricamente a la tierra al revés, filmada por la Estación Espacial Internacional. Desde allí arriba, del repertorio extrapolado de la conexión del Papa con los astronautas, se puede observar sin fronteras, con una sutil atmósfera que nos recuerda nuestra fragilidad, pero tal vez, precisamente por esto, aumenta la facilidad de vivir como seres humanos, recordándonos colaborar para un futuro mejor. «Son un pequeño palacio de cristal» dice el Papa a esos hermanos con el mismo overol, de distintas naciones reunidas en armonía, en el espacio, por un fin noble. Para ser «instrumentos de paz», continua Bergoglio en otra intervención en esta película, que llega al corazón tocando el corazón del mundo. Es una película dura y alentadora a la vez, porque muestra la herida, pero también el gran don de la humanidad que sana y salva.