Workshop
«Estaba feliz porque estaba vivo»
Por Michela Micocci- FARE SISTEMA OLTRE L’ACCOGLIENZA
En preparación de la próxima jornada del migrante y del refugiado, les contamos una bella historia de redención, gratitud y gran confianza en Calabria una región italiana. La revista Vanity Fair los ha presentado como tres jóvenes batallando con el cuerpo de Cristo y ya esto despierta curiosidad. Porque la fraternidad, cuando se concretiza en el ambiente de una comunidad de acogida, es capaz de ir más allá de todas las barreras…
Se llama S.A.M. la cooperativa de tres muchachos migrantes que producirá pasta y hostias en Calabria, en la localidad de Rogliano (provincia de Cosenza). S.A.M. como las iniciales de sus nombres: Sadia, Adama y Madi. Los tres han dejado sus países de origen en África y cada uno, con su propia historia y con sus aspiraciones aterrizaron en esta start-up.
Salvatore Brullo de la cooperativa FO.CO., líder del proyecto apoyado por la Fundación con el Sud, explica la génesis de la idea: “Ha habido una cuidadosa observación de la provincia de Cosenza: es un territorio dedicado a la producción de pasta. La cultura de la pasta les pertenece”.
El proceso fue seguido por Fare Sistema Oltre l’Accoglienza también gracias al apoyo de Fundación Con Il Sud. La cooperativa ha sido inscrita a la Cámara de Comercio, se procede luego con el alquiler de los locales, la instalación de la maquinaria necesaria y la comercialización.
Los tres jóvenes emprendedores producirán pasta seca con uso exclusivo de granos finos, destinada a ser vendida sobre todo para la distribución a gran escala. Quien adquiere la pasta de la cooperativa S.A.M. no compra sólo y exclusivamente un producto alimenticio, sino que se suma con este gesto a un proyecto de inclusión que ve a los muchachos migrantes convertirse en sujetos activos de la comunidad que los ha acogido: “ya no son asistidos por el Estado, son contribuyentes”.
Hay otro aspecto muy importante que hace parte del proyecto de esta empresa emergente. Junto a la pasta, los muchachos también producen hostias. No es una elección casual, sino que se sustenta en distintas motivaciones, económica y no solo. Explica Salvatore Brullo: “Ese de las hostias es un mercado atractivo. Hay una gran competencia, pero también una gran solicitud. El aspecto de la integración, luego tratándose de un símbolo de la religión cristiana, es muy fuerte”.
Detrás del nombre de la cooperativa -S.A.M.- hay tres historias de migración: Sadia, Adama y Madi que llegaron a Italia siendo menores de edad en el 2017.
MADI
Madi vive en Rodigliano (Provincia de Cosenza) en el SPRAR para menores “Casa de Ismaele”. Tiene 20 años y tiene las ideas muy claras. La mamá de Madi es una doctora pensionada, el papá es agricultor. No fue por motivos económicos que salió de Costa de Marfil: “Estudiaba, había terminado ya la secundaria y quería inscribirme en la facultad de Economía. Fue una elección personal, de libertad e independencia”.
Para seguir su naturaleza independiente, Madi deja la capital de Costa de Marfil cuatro años atrás y junto con algunos amigos enfrenta el viaje hasta Libia. Tres o cuatro meses después de haber abandonado Costa de Marfil, desembarca en Sicilia, en Catania. Y siendo menor de edad es acogido en las estructuras reservadas para los menores extranjeros no acompañados. En el verano del 2020, recién terminado el primer duro confinamiento dictado por la pandemia, se le ofrece asistir a un curso para trabajadores en la producción de pasta fresca artesanal. La idea le gusta y se traslada a la provincia de Cosenza. En mayo 2021, llega otra propuesta que, una vez más refuerza en la convicción de que ha tomado la decisión acertada al venir a Italia: convertirse en socio trabajador de la cooperativa: “Espero nos permita integrarnos más. Ser autónomos. Crecer. Quizá con el tiempo, podremos incluso contratar a otras personas para trabajar con nosotros. ¡Sería bello!” Y, sobre el hecho que también se haya previsto la fabricación de hostias ¿qué piensas? “Es algo más, que nos permite enriquecer la producción”.
SADIA
Es el mes de junio de hace cuatro años cuando Sadia desembarca en Italia. Menor, de apenas 17 años, había dejado Senegal a las espaldas y había pasado alrededor de doce meses en cárceles libias. Una vez libre se puso a trabajar para conseguir el dinero necesario para pagar la travesía del Mediterráneo. Lo que lo impulsó fue el deseo de planificar una vida mejor: “Me dije voy para cambiar mi vida y la de mi hermana”. Después de pagar a los contrabandistas, él y algunos de sus amigos acuden a una cita para la salida, de noche, en la playa. El barco comienza a navegar, pero después de solo un kilómetro tiene que regresar a Libia. Ni siquiera funciona una luz en la cubierta, era imposible partir en esas condiciones. Vuelven a probar 24 horas después: zarpan a medianoche, a las siete de la mañana están frente a las costas calabresas. Los suben a un barco que había ido a su rescate. Sadia, entonces menor de edad, fue trasladado al albergue de menores “Casa de Ismaele” en Rogliano, en la provincia de Cosenza. Junto con él, alrededor de 15 muchachos. Es aquí que enseguida se convierte en adulto. Recién cumplidos los 18 años, en el 2019 es acogido primero en el SPRAR de Strade di Casa en Rovito y luego, desde octubre del 2019 fue incluido en un proyecto de la oficina de Migrantes de la arquidiócesis de Cosenza: “Amplie el espacio de tu carpa”, financiado por la Campaña CEI “Libres de salir, libres para quedarse”. Un proyecto que ayuda a muchachos en materia de vivienda y formación, y los acompaña en sus prácticas laborales. El curso de trabajador de producción de pasta fresca en el que Sadia participa en el verano del 2020, es parte de este recorrido. Pero es sólo una pieza de un mosaico más grande, porque el senegalés de 21 años realiza mientras tanto otros pasos importantes: obtiene el diploma de grado octavo, realiza dos prácticas laborales (en una tipografía y en una fábrica de pasta), trabaja como ayudante de cocina. Ahora vive en un apartamento junto con unos amigos.
ADAMA
“Para tener un futuro, primero debes tener un presente, y el presente solo puede ser el trabajo”. Quien responde así a una pregunta sobre sus sueños y sobre el futuro es el joven Adama, de Senegal, 21 años, uno de los tres muchachos socios trabajadores de la cooperativa S.A.M.
Adama nació el 13 de marzo del 2000 y hasta hace cuatro años vivía en la ciudad de Tambacounda, en la parte oriental de Senegal, donde estudió y trabajó en el campo: “No pensaba venir a Italia. No lo pensé. Salí de viaje sin ningún motivo concreto y me quedé en Argelia por unos siete, ocho meses porque había encontrado trabajo en una fábrica”, pero después, los amigos con quienes había dejado Senegal decidieron continuar el viaje y él, para no quedarse solo, los siguió hasta llegar a los límites de Libia. Afortunadamente Adama no probó la terrible cárcel libia, como a menudo sucede con muchos migrantes antes de dejar el África. Pero como todos, también Adama paga para subir en una barca que los hace atravesar el Mediterráneo. La embarcación no es grande y encima hay alrededor de 150 muchachos, algunos menores. A las tres de la mañana comienza la navegación. Es verano y el mar está tranquilo. A medida que se hace día, acurrucados en el barco, sin más agua para beber y a pleno sol, el calor y la sed se vuelven insoportables: “No sabía que era tan difícil. Pensaba que en una o dos horas de viaje habríamos llegado a Italia”.
Después de una semana del desembarque, Adama es recibido en una estructura provisional instalada en una cancha de voleibol, pero “estaba feliz porque estaba vivo, no todos logran llegar con vida”. Luego, junto a otros menores es trasferido a Rogliano, en el SPRAR para adulto de Rovito “Strade di casa”, y después desde octubre del mismo año ingresa en el proyecto de la oficina Migrantes de la arquidiócesis de Cosenza “Amplia el espacio de tu carpa”. Gracias a esto se le acompaña a dar algunos pasos importantes, como alquilar un apartamento en Cosenza; a gestionar las facturas y las compras; cosas a las que no estaba acostumbrado; turnos en la cocina para preparar el almuerzo y la cena: en definitiva, una vida autónoma. ¿Crees que la cooperativa será bien recibida, podría haber problemas de racismo? “Yo no sé. Sigo mi camino. El racismo existe en todo el mundo, pero yo nunca he tenido problemas”.