Workshop
Feliz de ser madre
De Giovanna Pieroni
Giovanna Pieroni, de AFN (Azione per Famiglie Nuove onlus), nos cuenta la historia de Millycent, asistente social del proyecto de apoyo que la asociación tiene en Mathare (Nairobi). Recientemente dio a luz a una niña, desafiando los riesgos de la epidemia de coronavirus y las condiciones de los barrios marginales.
La maternidad es una experiencia única y universal: cada madre en el mundo ama con el mismo corazón, el mismo valor, la misma esperanza de hacer crecer y alimentar a su bebé; los mismos brazos con los que lo sostiene; los ojos con los que le sonríe. Pero hay maternidades diferentes que las demás porque el contexto en el que se desenvuelve necesita recursos especiales.
Millycent Ong’Wenyha vive en Mathare, un gran barrio popular en Nairobi, con 500.000 habitantes. Es una trabajadora social del proyecto Magnificat que, a través del programa de Ayuda a distancia de AFN, garantiza a los niños de los tugurios, diferentes posibilidades de las que ella misma se ha beneficiado: la madre era alcohólica y el padre no tenía un trabajo estable, pero a través del proyecto logró estudiar. Al graduarse, Millycent sintió que no podía abandonar Mathare, sino que tenía que permanecer allí para ayudar a educar a los niños. Junto con otros colaboradores, acoge cada mañana, a los niños de 3 a 5 años en la capilla de Santa Ana, que durante el día se convierte en un jardín infantil. Con juegos, canciones, actividades y mucho amor, los ve progresar y sentar las bases de su futuro. Está segura de la efectividad de este trabajo, ya que lo ha experimentado en sí misma y esta confianza es lo que le da nuevas fuerzas todos los días para continuar enfrentando los desafíos del barrio pobre, donde vive con su familia. Hace un mes nació su cuarta hija, Lorenza Nizana, que vio la luz precisamente en el momento en el que el riesgo de la epidemia de Coronavirus se hacía inminente.
”De repente, Covid se convirtió en la noticia más importante del país -nos cuenta Millycent- Rigurosas medidas gubernamentales impusieron la interrupción de la actividad didáctica: ningún niño pudo volver a la escuela. Me sentí completamente vulnerable. Como ellos, necesitados de todo. A la vuelta de dos semanas la situación empeoró. Los padres perdieron sus empleos ya que trabajaban como empleadas domésticas o ayudantes ocasionales de construcción. Cada día me llegaba una llamada de ellos pidiendo ayuda hasta que me enfermé. Pensando en todos ellos no podía darme por vencida. Tenía que ser fuerte. Gracias a la ayuda recibida, pudimos distribuir una máscara y comida a cada familia. La situación empeoraba, pero yo seguí alentando a los niños a ser positivos en sus objetivos y expectativas. Comenzó el toque de queda. Las instalaciones de atención médica se volvieron prohibitivas por el elevado costo, el miedo al contagio y la cuarentena. Las madres temían perder a sus hijos. Pero a pesar de todo, confiando en el don del Universo, la situación ha tenido un impacto positivo en la práctica de la higiene y en el crecimiento espiritual de las familias”.
Según los datos oficiales de la OMS, Kenia es un país prioritario para la implementación de medidas preventivas en Covid19 ya que sólo el 62% de la población tiene acceso a agua limpia y el 31% a servicios higiénico-sanitarios. El número de camas es muy limitado y la relación entre el personal sanitario y la población es de 1 por cada 100.000 habitantes. Las personas con más riesgo son precisamente las familias de los barrios bajos, en los que muchas viven bajo el mismo techo, en ausencia de baños o compartidos con otras familias.
El 12 de abril, Millycent fue al hospital para un checheo porque tenía dificultades para respirar y la dejaron recluida bajo observación. Le realizaron una ecografía para verificar las condiciones del feto. La situación es crítica. Millycent fue hospitalizada enseguida. Comenzó así el proceso de parto, pero “no lograba responder a ningún esfuerzo -dice Millycent- al final me quedó una sola posibilidad: enfrentar una cesárea. Me sentí devastada porque en mi familia nadie lo había sufrido y tampoco yo cuando di a luz a mis otros hijos. Pero elegí ser positiva y pensar más bien en salvar la vida de la criatura. Fue una experiencia terrible, pero agradecí a Dios por todo. A la una de la madrugada fui bendecida con el regalo de una niña. A pesar de los dolores, decidí olvidar los pensamientos negativos. Elegí ser feliz, alegre, emocionalmente libre de lo que había experimentado. Después de todo, era lunes de Pascua, un buen momento para regocijarse con el Señor Resucitado. Ahora me siento feliz de ser madre, fuerte en salud y satisfecha”.
Hay un proverbio africano que dice: “El sol no tendría que salir nunca dos veces sobre una mujer durante el parto”, de hecho, a menudo, en muchos países en vías de desarrollo el parto dura mucho tiempo y puede tener un desenlace fatal para la mujer y el bebé. Sin embargo, en todo el mundo, el coraje para amar y dar vida es siempre más fuerte. Como dice Millycent: “confiando en el don del Universo” …