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Filipinas: el ejemplo que arrastra más que la corriente del río
Nadar contracorriente es todo un reto. Hacerlo en un río contaminado eleva la dificultad. A pesar de los obstáculos, una profesora en Filipinas ha decidido tomar las heridas más profundas de un poblado, para transformarlas positivamente y crear ciudadanía entorno a ellas.
De profesión es arquitecta, de vocación es educadora y tejedora de relaciones comunitarias. Su nombre es María Cynthia Funk, pero la llaman Choie (o Loli) Funk y enseña en la Escuela de Diseño y Arte del Colegio De La Salle di Saint Benilde (Manila). Consternada, pero al mismo tiempo inspirada por los altos niveles de contaminación que hay alrededor del Río Pasig, en el corazón de Manila, se dispuso a pensar creativamente junto a sus alumnos cómo recuperar los espacios públicos.
En las últimas décadas, Manila fue urbanizada a un ritmo muy acelerado. La población pasó de ser de 5 millones en 1975, a ser de 12 millones en 2010. La capital filipina se llenó de barrios clandestinos en los que actualmente viven aproximadamente 3 millones de personas. Los ríos, como el Pasig que atraviesa la ciudad, las calles y los vertederos acumulan diariamente un aproximado de 6 mil toneladas de basura.
Con este oscuro panorama nació el Proyecto del Pabellón del Estero (Estero Pavilion Project). Jóvenes estudiantes y profesores de dos escuelas y tres universidades diseñaron la estructura de un pabellón de bambú que pudiera ser instalado entre dos puentes peatonales. El objetivo: crear espacios públicos que permitan la creación de relaciones sociales, que involucren a la comunidad y fortalezcan el espíritu del cuidado del espacio físico, las relaciones y el ambiente. “Estamos respondiendo a problemas existentes: pobreza, drogas, incluso una cultura de muerte. Todo está conectado y el gobierno no puede ser el único que cuida de las personas” indica Loli, enfatizando en cómo la ciudadanía necesita adquirir un papel protagónico ante estas problemáticas.
El proyecto surgió contemplando la creación de tres espacios. Tres estructuras hechas de bambú, que juntas crean un solo ambiente: El primero, llamado “Laro”, dedicado a los jóvenes, para que puedan jugar y recrearse. El segundo, llamado “Tambay”, enfocado en dar un espacio a la convivencia, la construcción de relaciones comunitarias y compartir experiencias. El tercero, llamado “Kain”, especializado en ser un área para promover la cultura de la comida, que al mismo tiempo es una vía de conexión con otros miembros de la comunidad. El proyecto lucía física, estética y socialmente ingenioso y entusiasmante. Pero algo falló y los pabellones que ya habían sido construidos desaparecieron.
Los nudos del bambú
Los tallos de bambú se caracterizan por tener en ellos, de forma segmentada, nudos o culmos. Estos nudos fortalecen el tallo del bambú y es precisamente de ahí de donde surgen sus ramas. Sin los nudos, el bambú sería una estructura débil y poco útil.
Para Loli, una sociedad sin “nodos”, es decir, sin relaciones constantes, sin una cultura de responsabilidad y cuidado por los demás, es una estructura frágil. Fue precisamente esa comunidad sin nudos lo que debilitó el experimento social. Los pabellones fueron robados, la contaminación en el río sigue y la falta de espacios públicos continúa siendo un problema, pero no el único. “En Filipinas hacemos todo para sobrevivir. Todos trabajan solo para salir de la situación en la que se encuentran. Esto es muy doloroso para mí, porque no quiero decir cosas malas de la sociedad, pero a veces la llamo la sociedad huérfana” responde Loli cuando es cuestionada acerca de las dificultades de este proceso y recuerda los muchos dolores que invaden a estas comunidades. Las múltiples preocupaciones sociales obstaculizan la fluidez del proyecto. Incluso en tiempos de pandemia y confinamiento, el sufrimiento más inmediato no es necesariamente contraer el virus, “muchos de ellos van a morir de hambre, antes que de Covid” señala Loli.
Ver a tantos jóvenes con la fuerza y energía de hacer muchas cosas, la motiva, pero enfatiza en que hay una gran necesidad de conciencia y de sentido en las cosas que hacen. Para ello, agrega que la educación juega un papel fundamental. Cuidar del otro no es algo que se logra de la noche a la mañana, pero si una persona lo desea y lo comparte con otra, se puede esparcir y crear una cultura. “Una cultura es algo que encierras y te permite construir algo juntos. Hemos creado una cultura que no cuida y no protege, por lo que programas como #DareToCare son fantásticos, porque nos recuerdan que cuidar a las personas es un desafío, una elección y un compromiso” dice Loli.
Mi decisión es ser una constructora de comunidad, esta es la arquitectura que quiero practicar. La arquitectura va más allá de los edificios, es un servicio.
Loli Funk
La decisión y vocación de Loli por cuidar de los demás es más fuerte que la corriente del río y más resistente que cualquier estructura. Esto la ha llevado a entender que el proyecto no termina aquí y que por el contrario, las fallas son un aprendizaje.
“El Estero Pavilion es un experimento social porque puede fallar, de hecho físicamente falló, porque ahora el pabellón ya no está allí. Debes estar preparado: política, social y económicamente” explica Loli, y agrega que “es un experimento social porque la belleza de un experimento es la exploración, y en este momento, cualesquiera que sean los errores, no son errores, son lecciones. Lo siguiente es la creación de conocimiento”.