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Huida de Afganistán

 
3 diciembre 2021   |   , ,
 
VOA, Public domain, via Wikimedia Commons _ Crowds_in_front_of_Kabul_International_Airport

La historia de una familia afgana que escapó de su país y llegó a Italia: entre la separación, el dolor y gestos concretos de acogida.

El pasado 31 de agosto, en el último avión que salió de Kabul a Italia, había también una familia afgana de 7 personas. Dos padres ancianos, 3 hijos entre 35 y 18 años, dos nietos de 7 y 5 años. Una de las hijas no pudo subir al avión. En cambio, una de las que logró hacerlo, nunca hubiera querido hacerlo: su novio se quedó en casa, y los dos no saben si, alguna vez se volverán a ver. Historias complicadas se entrelazan alrededor de este núcleo familiar. Ahora gran parte de ellos está en Italia, en una Cooperativa social. Intentan empezar una nueva vida.

“Llegaron allí, dejando casa, seres queridos, todo en Afganistán. Y saben que probablemente no podrán volver nunca más allí. Detrás de una decisión de este tipo hay motivos económicos, religiosos, y también étnicos. Pero a menudo la razón más grande es la esperanza de ofrecer un futuro distinto a los hijos”.  Así habla Gianni Caucci, colaborador de la Cooperativa Una Ciudad No Basta de Marino del Lazio, que les dio la bienvenida. Antes de la pandemia, las actividades que se realizaban en esta estructura eran el refuerzo escolar para niños en dificultad y asistencia a migrantes y marginados. “La idea de la Cooperativa nació abriendo los ojos y mirando a nuestro territorio, nuestro barrio, al vecino que estaba en dificultad. Al inicio era solo voluntariado, luego nos dimos cuenta que algunas actividades se debían realizarse profesionalmente”. Ahora trabajan allí psicólogos, mediadores culturales, abogados. Desde septiembre, el objetivo de Una Ciudad No Basta se ha convertido en acompañar a esta familia afgana, tratando de que, en todo lo posible, se sientan en casa.  “Parece una tontería, pero para ellos es muy importante poder encontrar también aquí su cocina, sus olores, su forma de hacer las cosas”.

No es fácil caminar por las calles de un país que no es el tuyo, en el que se habla un idioma que no entiendes y donde se hacen las cosas de otra manera. Y ciertamente es más difícil si eres mujer. Los chicos de la familia (hombres) ahora van a la escuela, las niñas no están acostumbradas a hacerlo. “La occidentalización que había llegado a Kabul -explica Gianni- ciertamente no era la norma en muchos rincones de Afganistán lejanos de la capital”. Acostumbradas a quedarse en casa, ahora también tienen miedo de salir. Se han preparado talleres con actividades manuales para ellas, con la esperanza que prontamente tengan el valor de dar el primer paso hacia la (nueva) sociedad.

Las dificultades todavía existen también para los hombres, aun cuando intentan esconderlo. Un día el padre de familia, de aproximadamente 70 años, fue encontrado tendido en el suelo. “Parecía que estaba mal físicamente -cuenta Gianni- pero luego nos dimos cuenta que únicamente necesitaba atención. Hasta ese momento solo se había preocupado por los otros miembros de la familia, pero nunca por cómo estaba él”. ¿Qué puede significar abandonar su tierra para siempre, de repente, a aquella edad, teniendo la responsabilidad de tu familia?

Al día siguiente, Gianni encontró bajo la puerta de su estudio una hoja con un texto en persa antiguo, difícil de traducir incluso para los intérpretes. Luego se entendió que eran versos de un poeta, escritos a mano con gran atención a los detalles. Era un regalo de valor, signo de agradecimiento y gratitud hacia quienes no lo habían abandonado a él ni a su familia.

Gianni cuenta finalmente una última anécdota: Un día, uno de los nietos de la familia se le acercó y le mostró una máquina a control remoto que se había descompuesto. Así que él dejó a un lado el trabajo que estaba haciendo y tomando destornilladores y soldadora, se puso a reparar el juguete del niño. “No nos dijimos ni una palabra, pero después de aquel día nos hemos hecho muy amigos”. La acogida se construye con muchos pequeños ladrillos concretos. Se compone de pequeños y grandes gestos, de cuidado y relaciones.

Las historias de los que huyen de un país como Afganistán están hechas de dolor, de separación, de heridas que no cicatrizan. Pero cuando encuentran el corazón y las manos de alguien que está dispuesto (y preparado) a acoger, entonces, tal vez, puedan encontrar un punto de inflexión. Sentirse amados, no descartados, puede marcar la diferencia.


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