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En Uruguay se apuesta a la paz
Por Stefania Tanesini
El Centro “Nueva Vida” de CO.DE.SO (Comunión para el desarrollo social, de los Focolares), en convenio con el Instituto del Niño y adolescente de Uruguay, desde hace 15 años lleva adelante una importante acción social de apoyo a los más jóvenes y a sus familias en situación de vulnerabilidad, en un barrio marginal de Montevideo.
“Las historias y actos de amor son tantos y tan hermosos que se podría escribir un libro. Los jóvenes son el motor de Nueva Vida, una acción social que nos impulsa siempre a más, que nos interpela, que nos estimula a no perder de vista lo importante: que el amor recíproco sea la ley que rija nuestro Centro”. Así se expresa Luis Mayobre, presidente del Centro casi desde sus inicios, en 2004, cuando el arzobispo de Montevideo pidió a los Focolares si podían hacerse cargo de una obra social comenzada por una religiosa en un barrio marginal de la capital uruguaya. Fue el nacimiento del “Centro Nueva Vida”, un nombre que indicaba ya su objetivo desde sus primeros pasos: abrir posibilidades de una “nueva vida” más digna para quienes se involucrarían con el Centro.
“El año 2018 estuvo marcado por un clima de violencia en el barrio Borro –cuenta Mayobre–. Fueron meses de verdadera angustia, donde corrían riesgo nuestras vidas debido a un enfrentamiento entre dos familias narcotraficantes rivales. La gente, junto a los educadores y al personal de Nueva Vida, afrontó con valor y decisión las continuas balaceras que se producían en horarios en donde la mayoría de las organizaciones funcionaban, agravándose aún más en la noche. Por lo que redoblamos nuestra presencia, ya que las familias nos necesitaban; muchas de ellas fueron sacadas de sus viviendas que fueron ocupadas por los narcos”.
¿Cómo actuaron en un clima tan complicado?
Junto con el Párroco, p. Ricardo Villalba, solicitamos una entrevista con el Ministro del Interior, encargado de la policía, para buscar las soluciones. Pero éstas demoraron en llegar, por lo que nos tocó proteger y acoger a familias que luego derivamos a distintos servicios del Estado que les procuraron nuevas viviendas. No a todas, por lo que tuvimos que buscar otras posibilidades para poder alojar a las familias amenazadas y desplazadas. Una de ellas, cuyos 2 hijos participan del Centro Juvenil, tenían que abandonar su precaria vivienda, ya que fueron amenazados de muerte, y desde las Instituciones del Estado no había respuesta.
Es así que la coordinadora del Centro y su equipo se puso en campaña para conseguir una nueva vivienda. Buscaron durante meses, hasta que lograron que una de las hijas con la que no se llevaban bien, les cediera una parte del terreno donde vivía, también muy precariamente. Contactaron a la fundación ‘Un techo para mi País’ que construye casas de emergencia y lograron que aprobaran la construcción de una nueva modalidad de casas, mejor que las de emergencia. Es así que todo el equipo, junto a la familia, construyó la nueva vivienda. Y hasta el padre Ricardo, se puso a disposición con sus grandes dotes de pintor. Finalmente se logró que la familia tuviera una vivienda digna y segura. Otra experiencia importante fue la resolución de un caso de violencia familiar, detectado por nuestro equipo, que llevó a la intervención de las autoridades para salvaguardar la vida de los niños y su madre. A pesar de las amenazas e insultos recibidos, llevamos adelante nuestra causa permitiendo una situación mucho mejor a esa familia.
¿Cuál es la población y los servicios que ofrece el Centro?
Llevamos adelante tres proyectos por edad: el CAIF, Club de Niños y Centro Juvenil. En este clima de violencia, nos propusimos, en cada uno de los proyectos, ser constructores de paz, de esperanza y sobre todo de alegría, para vencer el odio, el miedo y la violencia. Y como toda crisis, estuvo llena de oportunidades, de crecimiento y de alianzas profundas. Un especial cuidado lo hemos tenido con nuestros niños del CAIF, los más pequeños, a quienes todas estas tensiones influyen más. Se logró generar el ambiente adecuado para que 48 niños (2 y 3 años), así como 60 bebés (0 a 2) con sus madres, pudieran realizar sus talleres con normalidad. También realizamos muchas salidas didácticas, para generar espacios de belleza, armonía y paz. Una experiencia interesante es que a muchos de los paseos venían miembros de las dos familias rivales y siempre se relacionaron bien.
En el proyecto Club de Niños atendemos a 62 niñas y niños en edad escolar (6 a 11 años). Estamos abocados a seguir bajando la deserción escolar y la repetición, En estos últimos años hemos alcanzado valores inferiores al 5% del total, muy distante al 36% con el cual iniciamos en 2004. Hemos incentivado los talleres de arte, música, recreación, para poder sensibilizar a nuestros niños a desarrollar valores culturales de convivencia, de amor por el otro y adquirir la ‘cultura del dar’. Hemos desterrado la violencia y el maltrato como forma de relación. También las clases de natación y paseos acuáticos, favorecen los hábitos de higiene y cuidado corporal que llevamos adelante.
En el Centro Juvenil recibimos diariamente a 52 jóvenes (12 a 18 años). Este año el 95% de ellos participan a contra horario del sistema formal, meta que nos propusimos lograr desde que comenzamos. Seis de ellos ya están en niveles superiores de bachillerato, un enorme avance ya que el promedio del barrio no pasa de los primeros años. Además, mantenemos talleres complementarios a su formación secundaria: un taller de tejido y de carpintería y, este año, también de comunicación; todos llevados adelante en forma voluntaria por miembros del Movimiento.
¿El Centro tiene relación con otras asociaciones que trabajan en la zona?
Sí, con los años se ha ido generando una red con todas las instituciones presentes en el Borro, con las cuales colaboramos y nos ayudamos. También participamos en la vida de la parroquia de la zona, Nuestra Señora de Guadalupe. El párroco y otro sacerdote vienen una vez por semana al Centro. El padre Ricardo lleva adelante un coro y en la fiesta de la primavera dibujó hermosos diseños en los rostros de niños y educadores.
¿Vienen también, como voluntarios, miembros de los Focolares de otros países?
Siempre vienen. Este año ha sido muy importante el aporte de Elisa Ranzi y Mateo Allione, italianos, que dejaron sus huellas indelebles en nuestros corazones. Por esto, agradecemos a todos los que nos ayudan. Su colaboración es muy importante para sostener parte de las actividades que realizamos. Toda ayuda por pequeña que sea cuenta, por lo que les alentamos a continuar apoyándonos. Saben que cuentan con nuestras oraciones y todo nuestro amor.
Fuente: Noticiario Mariápolis 6/2019