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José Luís Patiño: al servicio de la emergencia, más allá del dolor
Compartimos una #PillsOfHope especial, que nos llegó desde Ecuador. Es el testimonio de José Luis Patiño, ingeniero eléctrico de Santiago de Guayaquil. Una historia que habla de servicio y de humanidad, de compromiso civil, de cuidado y amor familiar, de mucha fe. Una historia que da esperanza aún en medio del drama.
Cuarto país de Sudamérica por el número de contagios de Covid-19 -después de Brasil, Perú y Chile- Ecuador registra oficialmente hasta hoy 37.355 positivos, con 3.203 víctimas. Pero según fuentes locales, se trata de cifras a la baja. El Comité permanente para la defensa de los derechos humanos de la ciudad de Guayaquil pidió al gobierno que declarara la crisis “humanitaria” y no sólo “sanitaria” en la ciudad, donde los muertos son abandonados en las calles. Este es el contexto en el cual trabaja José Luis, ingeniero de Guayaquil, en la costa del océano Pacífico que, con sus 3.700.00 habitantes es la ciudad más grande y poblada del país.
«Soy José Luis Patiño y vivo en la comunidad de Guayaquil, soy ingeniero eléctrico y dirijo un equipo compuesto por 8 electricistas y un ingeniero de manutención. En este período, nuestro trabajo diario, por veinticuatro horas, es el mantenimiento eléctrico del hospital más grande de Guayaquil, “Los Ceibos”» nos escribe José Luis.
«Además de mantener, al 100% activos todos los equipos básicos, nos pidieron que trabajáramos en el montaje de las carpas para aumentar la capacidad de recepción de pacientes, y también en el montaje de contenedores refrigerantes para la conservación de los cadáveres. Desarrollamos estas actividades en un contexto altamente contagioso. ¡Para mí y para todo el equipo, fue una experiencia muy fuerte! Por mi parte traté de animar a mis empleados y, sobre todo, de protegerlos con todo el equipo sanitario necesario».
Mientras vivía esa situación de trabajo tan estresante, José Luis vive también un drama familiar: «Al mismo tiempo, durante los primeros días de la pandemia, mi padre, que ya venía enfermo desde hacia algunas semanas, tuvo una gastroenteritis que, con el pasar de los días, empeoró su situación. No lograba encontrar un médico que estuviera dispuesto a tratarlo adecuadamente. Todos ponían como condición, que hiciera la prueba para verificar que no estuviera infectado de Covid-19. Eso era imposible porque no teníamos posibilidad de llegar a un centro de salud donde, además hubiéramos tenido que esperar muchas horas para el test».
Mientras tanto su padre se agravaba. «Con mis hermanos decidimos transferirlo al hospital donde trabajo, “Los Ceibos”. Gracias a los contactos que tenía con algún médico y personal de enfermería, logramos hacerlo pasar a la sala de urgencias, que estaba habilitada sólo para enfermos de Covid. Antes de dejar la casa, conseguimos que un sacerdote le suministrara el sacramento de la unción de los enfermos. Mientras iba en la ambulancia con él, me confió que entendía perfectamente lo que estaba sucediendo, y que no tenía que preocuparme, porqué estaba bien y en paz con Dios».
José Luis confío su padre a un amigo en urgencias. «Después de tres días, el Sábado Santo, partió para el cielo. Probé todo el dolor de no haberlo podido acompañar físicamente. Sin embargo, saber que estaba en el hospital ya me parecía un signo del amor de Dios. Viví el Domingo de Resurrección con la certeza que el papá vivía en Jesús Resucitado. Así fui a buscarlo a la morgue y tuve la gracia de ver en cada cosa la mano y el infinito amor de Dios: porque, aunque todo el sistema se derrumbaba, yo pude hacer tranquilamente todo lo que necesitaba. Esa misma tarde, lo sepulté solo, porque nadie más podía entrar al cementerio. Fue un día inolvidable, en el que experimenté fuerte, en mi alma, que Dios nos ama inmensamente. Y esta realidad, me empuja todavía más, a ponerme al servicio en esta emergencia, creyendo que con Dios venceremos».