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Kenia: “Esa cultura diferente que me enamoró”. Voluntariado milONGa de Isabele
Por Janeth Cárdenas Belmonte
Isabele Amorim nos relata su “viaje” desde Brasil a Kenia, para una experiencia de voluntariado que le hace descubrir la belleza de la diversidad y del diálogo entre pueblos.
Isabele Amorim de Deus Pires, tiene 24 años y es originaria de la ciudad de Sorocaba, en el estado de San Pablo, Brasil.
Estudió psicología, pero desde hace 6 años enseña inglés, porque estudiar idiomas es uno de sus hobbies favoritos. Esta pasión le hizo intuir que el mundo podría ser algo más que aquello que veía en su ciudad.
Son tiempos de pandemia y este pensamiento crece siempre más, cuando Isabele decide iniciar hacer algunas experiencias de voluntariado en su ciudad, respondiendo a su deseo de poder dar más a la humanidad.
Isabele conoce a milONGa, un programa de voluntariado internacional fundamentado en 3 pilares: el servicio social, la interculturalidad y la formación a la ciudadanía global. Su travesía en milONGa inició haciendo un voluntariado en el Movimiento de los Focolares en Brasil y fue allí cuando sintió que podía ponerse al servicio de los demás en un país alejado de su cultura.
«Hice mi experiencia de voluntariado en Kenia» -cuenta- «Viví allí 6 meses trabajando en 3 instituciones diferentes. Al inició estuve 3 meses en la Familia Ya Ufariji, un hogar para niños que acoge jóvenes abandonados. Los otros 3 meses trabajé para dos Proyectos educativos: el proyecto Magnificat y la Escuela Arcoiris. Kenia me dio la posibilidad de fusionar la psicología con la enseñanza de idiomas y eso me hizo sentir muy cómoda desde el inicio de la preparación con milONGa».
Para Isabele, Kenia era no sólo un país geográficamente lejano de su natal Brasil, sino también diverso en tradiciones y costumbres, pero con una riqueza invaluable. Sin embargo, no se hacía muchas expectativas, ya que en su país, al igual que en muchos de occidente, hablar de África es hablar de estigmas; se piensa en África como en único todo, dejándo de lado las particularidades y las distintas realidades que vive cada país del continente.
Días previos a su partida para Kenia, Isabele compartió un mensaje en el que aseguraba sentirse muy acompañada por su familia, amigos y por toda la comunidad cercana de su ciudad; sabía que no viajaba sola, sino que llevaba consigo el apoyo y acompañamiento de quienes habían vivido con ella todo el proceso de preparación para esa aventura, hasta ese momento incierta, llena de desafíos, pero también de oportunidades de aprendizaje.
Su primer encuentro con el país, se dio a través de un recorrido por Nairobi en donde pudo ver en primera persona las consencuencias de la desigualdad. Pese a que en Brasil existen problemáticas similares, aquello que Isabele vio en este primer encuentro le permitió entender cómo las diferencias económicas hacen que el lenguaje de los cuerpos cambie.
«Aprendí que la condición social puede modificar mucho el comportamiento de una persona, desde su manera de organizar las finanzas, estudiar una materia, servir la comida en un plato o cómo expresa su lenguaje corporal. Al notar este comportamiento, me quedé con la idea de dejar mis costumbres para poder abrazar lo que ahora era mi hogar de tal forma que nadie se sintiera incómodo».
Esta realidad incrementó su curiosidad y su deseo por conocer en profudidad la cultura en la que ahora vivía. Aprovechada cada espacio para entablar un diálogo profundo con quien se encontraba, y desarrolló un grado de empatía tal frente a las vivencias y relatos que escuchaba, que comprendió que sola no iba a cambiar el mundo, lo que a su vez la hizo disponerse con más fuerza y determinación al trabajo en grupo.
Una de las experiencias más fuertes fue darse cuenta de la forma en que los adultos tratan y se relacionan con los niños y adolescentes. Acostumbrada a un trato amigable, respetuoso, amoroso y de escucha constante, ver la manera brusca y a veces violenta con la que eran tratados los niños rescatados, la hizo entrar en conflicto. Isabele buscó por muchos medios hablar y compartir sus impresiones, tanto que, que algunos de estos comportamientos cambiaron, mejorando un poco.
«Kenia me hizo una persona más fuerte» -concluye Isabele- «me he enamorado de un país y un continente que ahora defiendo fuertemente. Siempre digo que viví en Kenya, un país en el este del continente africano, para que la gente entienda que África es un continente inmenso, hermoso y rico… Ahora amo más la diversidad de mi país. No quiero ser la persona que siempre está criticando las dificultades del mundo, quiero ser una persona activa y compromentida con el cambio para mejorar este mundo».