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Los ladrillos de la solidaridad: una historia de defensa del derecho a la vivienda

 
18 noviembre 2022   |   , ,
 
En colaboración con el Centro Internacional Gen4

Pitalito, Colombia: una madre y sus cuatro hijos viven en una choza construida con láminas de plástico. Un grupo de niños, junto con sus padres y la comunidad, deciden ayudarlos a construir, ladrillo a ladrillo, una casa en la cual vivir dignamente.

Con motivo de la jornada mundial de los Derechos del Niño, que se celebra el 20 de noviembre, les proponemos esta historia de Colombia que habla de solidaridad y corresponsabilidad.

Santiago tiene 13 años y vive con sus padres, campesinos, en un municipio al sur de Colombia, a mil metros de altura. Hace algún tiempo, precisamente antes de Navidad, el niño y sus padres conocieron a una vecina de casa que vive con sus cuatro hijos. Pero su situación, es muy distinta de la de la familia de Santiago: viven en lo que en Colombia se define cambuche, una choza construida con grandes láminas de plástico.

¿Cómo ayudar a esta madre y sus cuatro hijos?

Cada año la familia de Santiago participa en una acción solidaria llamada “Han desalojado a Jesús”: consiste en ofrecer pequeñas estatuillas con la imagen del Niño Jesús, para recordar el valor de la Navidad y luego obtener ofertas de dinero para enviar a quienes viven en dificultad. «Muchas veces el dinero se manda a personas que viven lejos de aquí -cuenta una colaboradora que hizo parte de la iniciativa- pero esta vez la emergencia estaba delante de nosotros y queríamos hacer algo involucrando a varias familias de la comunidad, niños y padres».

Entre 2020 y 2021, 3,6 millones de colombianos se encontraron a vivir en condiciones de pobreza y 2,7 millones en condiciones de pobreza extrema[i]: este es precisamente el caso de la familia que acababa de conocer el pequeño Santiago, y todos los participantes en la venta de estatuillas se comprometieron a ayudarla. Juntos decidieron buscar los medios para construir una nueva casa: era necesario encontrar el lugar, el material y la mano de obra para realizar todos; pero los presupuestos eran demasiado altos y el dinero obtenido en “Han desalojado a Jesús”, no era suficiente.

La única solución es pedir ayuda y en muy poco tiempo se activa una tupida red de solidaridad: un hombre dona un terreno para construir la casa, algunas autoridades vecinales colaboran ofreciendo el material, algunos vecinos se ponen a disposición para afinar los detalles. Finalmente, una de las ayudas más sustanciosas proviene de diez campesinos constructores experimentados, que viven en una comunidad cercana: deciden dejar sus trabajos por una semana y dedicarse a construir la casa, gratuitamente. «Para ellos, no trabajar por una semana, significa no saber si podían llegar a finales de mes: -explica otra colaboradora- ha sido un acto de inmensa generosidad».

En siente días la casa estaba lista: dos cuartos, una cocina, un baño y un gran salón de usos múltiples. El resultado de una cadena de generosidad que involucró a toda la comunidad. En la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el artículo 25 establece, junto a los demás, el derecho de vivienda; sin embargo, todavía hay mucho que hacer para que estos derechos fundamentales sean defendidos. Alguien, a su manera, partiendo del empuje de los más pequeños, como Santiago, se ha puesto manos a la obra.

[i] Internazionale.it


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