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Mujeres, cultivadoras y comprometidas con el bien común
De Gustavo Monteiro – Cidade Nova
AGROECOLOGIA. En Brasil, una asociación de la Zona de Mata Alagoana pone al centro a la mujer, el cuidado del ambiente y el sentido de la comunidad. Cuando Maria Lucilene dos Santos llegó a las tierras que se habrían de convertir en el asentamiento Zumbi dos Palmares[1], en Branquinha, en la Zona da Mata Alagoana (Brasil), en 1996, el paisaje era bastante desolador. La tierra se había vuelto estéril hacía mucho tiempo debido a siglos de monocultivo de caña de azúcar.
Se ha necesitado una buena dosis de paciencia y mucho trabajo para lograr sembrar, obtener una cosecha y construir un lugar donde vivir. Poco a poco, distintas personas, asociaciones y organizaciones han manifestado su voluntad de ayudar. Sin embargo, muchos se rendían delante de las primeras dificultades, otros tenían segundas intenciones, o intentaron quedarse con el producto de la actividad agrícola, o incluso lo distribuían solo entre los hombres. Por ejemplo, a menudo, los compradores compraban productos, pero no los pagaban.
“Las mujeres deben quedarse en casa para cuidar los hijos”, nos decían, recuerda Lucilene, ahora presidente de la Asociación de Productores Agroecológicos de la Zona Mata Alagoana (Aproagro). La asociación cuenta con 17 miembros activos y está presente en al menos otros tres asentamientos de la región. Gracias al trabajo de Proagro, la comunidad del asentamiento obtuvo el primer certificado de producción orgánica y agricultura familiar en el Estado de Alagoas.
Tras este reconocimiento, las productoras obtuvieron un camión del gobierno federal para vender sus productos, lo que les permitió participar en varios mercados orgánicos de la región y en la capital, Maceió, a 70 kilómetros del asentamiento.
Estos y muchos otros logros son fruto del sudor de mujeres y hombres de la comunidad, y de las alianzas establecidas a lo largo de los años con la sociedad civil. A la base de todo, están pues las relaciones humanas sinceras.
MUNDO UNIDO Y PIES EN EL BARRO
Cuando Cristina Lira llegó al asentamiento Zunbi dos Palmares para su proyecto de tesis de grado en 2000, no podía entender cómo un área con suelo fértil, cubierto por la selva tropical atlántica y regularmente bañada por la lluvia, podía albergar uno de los municipios más pobres del país.
Su formación como arquitecto-urbanista le ha permitido centrarse en el desarrollo humano y sostenible para luchar contra la pobreza a través de la Economía de Comunión. “Cuando llovía no podíamos llegar a sentamiento en carro. Los otros universitarios y yo teníamos que seguir a pie, entre el barro. Una vez, mientras caminaba hasta perdí un zapato” recuerda Cristina.
A pesar de su determinación de ayudar a la comunidad, la investigadora era vista con desconfianza por parte de los habitantes. “Cuando llegó, no confiaba en ella. Pensaba que sería otra de las muchas personas que han venido aquí y luego nos abandonaron. Cuando la vi venir aquí día tras día, bajo el sol o bajo la lluvia, aunque si no sabía caminar entre el fango, entonces me di cuenta de que sería diferente”, cuenta Lucilene. “Desde entonces, ella es quien construye puentes. Ella los construye, nosotros los atravesamos”, continúa refiriéndose a los muchos sueños que han hecho realidad.
Durante la última reunión antes del grado, uno de los líderes de la comunidad preguntó a Cristina: “¿Pero ahora nos abandonas?” Madre de cuatro hijos, la arquitecta sintió que aquella experiencia había sido como un quinto embarazo: no podía abandonar a esas personas, aunque sola no hubiera podido hacer mucho. Por tanto, era necesario crear asociaciones.
Unos años más tarde, Cristina cofundó el Instituto Mundo Unido, que acompaña a la comunidad en sus relaciones con instituciones, organizaciones no gubernamentales y empresas. Además de obtener el camión de venta y el certificado de producción familiar y ecológica, el Instituto Mundo Unido y el Aproagro también puso en marcha cursos de formación para jóvenes, manualidades, cursos de emprendimiento, proyectos de asistencia dental y medicina general y educación para la paz para niños.
«LA MUJER QUE ANDA POR AHÍ NO TIENE BUEN FAMA»
Cristina cuenta que cada vez que visita el asentamiento lo hace con la intención de servir, estar disponible y “hacer familia”. Este ambiente familiar, quizás, sea precisamente el secreto de los progresos realizados. “Si llegan recursos, priorizamos las necesidades de los demás. Por ejemplo, hacemos un censo sobre los que ya tienen tanque de agua, y sorteamos el dinero entre aquellos que no lo tienen. No tenemos nada para nosotros. El dinero sobrante se invierte en la sede de la asociación”, explica Luciele.
Es Silcaneide Mota, tesorera de Proagro, quien se encarga de documentar minuciosamente todos los gastos para el reporte mensual y anual, realizado junto a las autoridades, compromiso que ya ha permitido asegurar la continuidad de algunos proyectos. “A veces es agotador. No tengo un momento libre en todo el día. Si no estoy en la asociación, estoy en la Iglesia o en el mercado, o en la casa cuidando las plantas y los animales”, dice. Lucilene afirma: “Nunca pensamos en rendirnos. Estamos construyendo un mundo mejor para los que vendrán después, aunque no veamos inmediatamente los resultados de nuestros esfuerzos”. “Nosotros no paramos, y esto alimenta los prejuicios y el machismo. “La mujer que anda por ahí no tiene buena reputación” dicen. Pero nosotros no hacemos nada para nosotras. Todo lo que hacemos, lo hacemos pensando al bien de la comunidad”, concluye.
LA FUERZA PARA IR ADELANTE
Aún hoy los desafíos son muchos: por ejemplo, una buena parte de los lotes del asentamiento no ha adherido a la asociación y sus miembros disminuyen. Pero Silvaneide no se desanima. “Hay días en los que regreso a casa sin haber almorzado, después de a ver corrido del banco a la iglesia y de la iglesia a la plantación. Me duele la cabeza y pienso lamentarme con Dios. En aquel momento miro mi huerta, veo las gallinas, las ovejas, todo lo que me da el sustento, todo lo que mi marido y yo hemos conquistado. ¿De qué tengo que lamentarme? Cierro los ojos y agradezco a Dios por todo. Luego pido la fuerza para poder hacer todavía más”.
[1] Un «asentamiento de reforma agraria» en Brasil es un conjunto de unidades agrícolas creadas por el INCRA (Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria) en una propiedad rural.
Cada una de estas unidades, denominadas parcelas o lotes, está destinada a una familia agrícola o trabajador rural que no está en condiciones de adquirir una propiedad rústica.
La familia beneficiaria debe asentarse en el lote y cultivarlo, desarrollando diversas actividades productivas. (Nota del editor, fuente: https://www.gov.br/incra/pt-br/assuntos/reforma-agraria/assentamentos).
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