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Myanmar al borde de la catástrofe, las responsabilidades de Rusia y China
Por George Ritinsky
La situación del Myanmar es dramática: los contagios por Covid son muy altos y no hay cura. Los militares cazan a los ciudadanos bombardeando las casas. 18 millones de personas corren el riesgo de pasar hambre. ¿Cuáles son los intereses extranjeros en el país?
Cuando en un país está a punto de estallar una revolución o una guerra, una de las primeras cosas que comienzan a agotarse son los containers. Cuando las empresas de transporte y logística internacional como Maersk, Msc, o OOCL perciben que la situación está empeorando en una cierta nación, comienzan a dejar de enviar containers a ese país, por una sencilla razón: para evitar robos.
De hecho, un container vale alrededor 3.800 dólares y robar uno o más, es bastante fácil. También se utilizan para hacer casas y refugios, por lo que es mejor conservarlos seguros en los depósitos, lejos de los ladrones. Hace dos meses me advirtieron: “No hay containers para enviar mercancías desde Yangon: significa que la situación en Myanmar está apunto de precipitarse”. Y así fue: desde el 1° de febrero a hoy, ha habido en Myanmar 900 muertes entre manifestantes contrarios al régimen militar, ese régimen que literalmente le ha robado el poder al país. Cientos de miles de personas se encuentran actualmente dispersas en los bosques del norte del territorio huyendo del Tatmadaw (el ejército que apoya el régimen) que no ha dudado en bombardear con potentes helicópteros de guerra (de fabricación rusa) y tanques armados (siempre de tecnología rusa y local) a la gente en sus casas.
Realmente horrible: ciudadanos expulsados de sus propias casas con cañonazos y disparos de mortero. Esto es Myanmar hoy, sin contar que escasean, o mejor no se encuentran absolutamente los medicamentos básicos, como aspirina o paracetamol (estamos mandando en estos días una buena cantidad de ellos). No se encuentra el oxígeno para los enfermos de Covid, porque los militares del régimen no solo requisan los cilindros que encuentran en los centros médicos y hospitales, sino que también cierran las plantas de producción de oxígeno. Y arrestan a los médicos que protestan por el golpe con desobediencia civil. Esto, oficialmente, para castigar a los enemigos del Estado y para evitar el mercado negro de las medicinas y el acaparamiento del oxígeno, tan esencial para afrontar la epidemia del Covid. Estamos hablando de 4 mil positivos sobre 10 mil pruebas de Covid realizadas la semana pasada. Números alucinantes.
Tengo amigos y amigas en Myanmar: algunos de ellos dieron positivo, fueron rechazados en el hospital por falta de camas, de medicinas y oxígeno. Sin aislamiento, simplemente fueron enviados a casa. Por fortuna la carga viral no era fuerte, y salieron adelante haciendo una larga cuarentena. Ahora están mejor.
Pero miles de personas mueren todos los días, incluso en la calle (como en Bangkok, entre otras cosas) tampoco los templos budistas logran cremar todos los cuerpos que son recogidos. En los últimos meses, muchos jóvenes han escapado a Yangon y se han dirigido hacia el norte, hacia los territorios kachin, y también hacia el territorio Karen, cerca de la frontera con Tahilandia. Los combates contra los Kachin, por parte del Tatmadaw son diarios, y esto preocupa a los chinos.
Una noticia importante reportada por la agencia CNA de Singapur afirma que la provincia china de Yunnan donó 10 vacunas conta el Covid a las tropas del Kia (Kanchin Indipendent Army). La frontera entre Myanmar y China es “muy porosa” y los contagios que llegan del sur están creciendo desde junio. Pero no es el único problema para China: una pésima imagen del país se está difundiendo entre la población de Myanmar, que boicotea los productos y las fábricas chinas.
China es considerada por los birmanos el principal defensor del régimen, debido también a los numerosos proyectos de infraestructura (presas, puertos y complejos industriales) que se están llevando a cabo en Myanmar. Sin embargo, según muchos expertos de la región, la actual situación de Myanmar no favorece los intereses de Pekín. Con las fábricas chinas quemadas o boicoteadas por los trabajadores birmanos; con cientos de millones de dólares invertidos previamente (antes del golpe) y actualmente bloqueados por la guerra, es difícil ver una ganancia por parte de China y su apoyo al régimen militar.
Rusia, el socio militar más importante de Myanmar durante décadas, parece mucho más interesada en apoyar al régimen. Solo para dar un ejemplo: el 21 de julio se firmó un acuerdo entre el jefe de la Rosoboronexport (Russian defence export) y los militares birmanos. Continua también el adiestramiento de tropas del Tarmadaw en Rusia y el general Min Aung Hlaing estuvo en Moscú para encontrase con el ministro de Defensa Sergei Shoigu. Fortalecida por este importante aliado, Min Aung Hlaing canceló las elecciones de noviembre del 2020, en las que Aun San Suu Kyi y su partido habían ganado ampliamente.
Pero también existe el riesgo de una catástrofe humanitaria en Myanmar. Las Naciones Unidas han declarado que al menos 18 millones de birmanos pronto estarán en riesgo de morir de hambre. Además del golpe, la revolución, la guerra civil y el Covid, en breve tiempo también las lluvias y las inundaciones afectarán a los birmanos. Solo queda rezar, pidiendo que el compromiso de muchos, abra nuevos caminos hacia la esperanza.
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