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Resiliencia y esperanza: el ejemplo del equipo Olímpico de los Refugiados
Por segunda vez en la historia, el Equipo Olímpico de los Refugiados participa a los Juegos Olímpicos: un símbolo de esperanza para los migrantes y los refugiados de todo el mundo. Les contamos algunas de sus historias de resiliencia y esperanza, porque creemos que el mundo unido pasa también por hacer muestras sus situaciones.
Son 29 los atletas que hacen parte del Equipo Olímpico de los Refugiados en Tokio 2020. El ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) define a un refugiado como “alguien que se ha visto obligado a huir de su país debido a la persecución, la guerra o la violencia”. De esta forma representa a un pueblo de más de 20 millones de personas que, por estos motivos, se encuentran lejos de sus propios países.
El primer Equipo Olímpico de Refugiados hizo su debut en ocasión de los Juegos de Río 2016. Thomás Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, declaró entonces: “Al dar la bienvenida al Equipo de los Atletas Olímpicos a los Juegos de Río 2016 queremos mandar un mensaje de esperanza a los refugiados del mundo. Y también es un signo para la comunidad internacional: los refugiados son como nosotros y son una riqueza para la sociedad. Estos atletas mostrarán al mundo que, a pesar de las inimaginables tragedias que han podido enfrentar, pueden contribuir a la sociedad a través del propio talento, capacidad y fuerza de espíritu”.
La experiencia se repite también este año, con Tokio 2020. Los atletas del equipo de los Refugiados practican 12 deportes distintos: atletismo, bádminton, boxeo, piragüismo, ciclismo de ruta, judo, karate, tiro, natación, taekwondo, levantamiento de pesas y lucha libre. Provienen de 11 países: Afganistán, Camerún, República Democrática del Congo, Eritrea, Irán, Iraq, República del Congo, Sudán del Sur, Siria y Venezuela. La mayoría de ellos cuentan con el apoyo de becas del COI (Comité Olímpico Internacional).
Y ahora les contamos algunas de sus historias.
Ali Zada Masomah, la ciclista
Ali Zada es una ciclista afgana. Cuando corría en su bicicleta, de niña, le tiraban piedras y fruta, le gritaban insultos. En el 2016, ella y su hermana Zahara participaron en una competencia en Albi, en Francia y su historia fue contada en el documental titulado: “Las pequeñas reinas de Kabul”. En el 2017, pudieron obtener asilo con su familia y se transfirieron a Lille. “En Afganistán no podían ir en bicicleta porque era prohibido. Nunca vi a una niña en bicicleta y la gente se ponía violenta cuando nos veían. Pensaban que fuera contra nuestra cultura y nuestra religión, pero no es cierto. Sólo que era extraño para ellos ver a una mujer en bicicleta por primera vez. Nunca he renunciado a ir en bicicleta. Al contrario, quiero animar a las chicas a hacerlo, y normalizar el ciclismo femenino en Afganistán”. (actu.fr, 12 junio 2021; infomigrants.net, 06 junio 2021; marca.com, 11 enero 2021). Ali Zada eligió usar el velo mientras competía: “La gente comenta sobre mi velo. Me preguntan si no soy demasiado sexy. Nunca debemos dejar de educar a la gente. Vivo sola en Lille, mis padres están en Orleans, y mi padre siempre ha dicho que yo tenía que decidir si quería usar el velo o no. Esto es algo que la gente no entiende”. (act.fr, 12 de junio de 2021)
Popole Misenga, el judoca
Popole es originario de Bukavu, la zona más afectada por la guerra civil en la República Democrática del Congo, de 1998 a 2003. Cuando tenía nueve años perdió su familia y lo encontraron después de ocho días vagando solo en la jungla. Descubrió el judo en el orfanato de Kinshasa que lo acogió. Dijo: “Cuando eres niño, tienes que tener una familia que te dé instrucciones sobre lo que tienes que hacer, y yo no tenía una. El judo me ayudó dándome serenidad, disciplina, compromiso, todo”. Pero Misenga también sufrió persecuciones y castigos. Así en el 2013, temiendo por su propia vida, pidió asilo en Brasil, mientras se encontraba en Río de Janeiro, en ocasión de los Campeonatos Mundiales de Judo. Ha obtenido asilo en el 2014 y en el 2016, fue seleccionado por e Equipo Olímpico de Refugiados del COI: “Para mi ha significado mucho poder representar a todos los refugiados del mundo en la plataforma deportiva internacional. Representar a los millones de personas que han tenido que dejar su casa y su país, me da fuerza en el tapete. El judo me ha salvado”.
Sandra Aldass, la judoca
Sandra Aldass tiene 31 años y también en Judoca. Ella es originaria de la ciudad de Damasco, Siria. Durante la guerra, Sandra y su familia perdieron su casa. En el 2015, huyó por Turquía, a los países bálticos, anticipándose a su esposo Fadi Darwish -que también es su entrenador- y a su hijo mayor. Pasó nueve meses en un campo de refugiados, de los cuales seis, separada de su familia.
“Correr y hacer algunos ejercicios llenaron mi tiempo y también me han mantenido en buena forma mental”, dijo. Sabía que al final vendrían y tendríamos un buen lugar para vivir”. Hoy Darwish es oficialmente su entrenador y la familia se ha crecido, tiene tres hijos. La Federación Internacional de Judo invitó a la pareja a su programa de atletas refugiados en el 2019, con Aldass que compitió como judoca en el Equipo de Refugiados de la IJF a los Campeonatos mundiales de aquel año.
Desde entonces, también ha representado al equipo en evento del Gran Slam mientras buscaba un posible lugar para los juegos Olímpicos. ¡Objetivo alcanzado!
Fazloula Saeid y la canoa
Fazloula Saied tiene 28 años. En el pasado, representó a la República Islámica de Irán, pero durante los campeonatos mundiales del 2015 en Milán, Italia, se tomó una selfi delante del Duomo. Por esto ha recibido amenazas en la República Islámica de Irán por motivos religiosos. Ese año huyó por la “ruta de los Balcanes” hacia Karlsruhe, Alemania. En el 2018, comenzó a competir por Alemania, donde fue reconocido como refugiado político. Dice: “Tenía todo lo que quería en Irán: dinero, un coche y un apartamento. Al principio, lo único que podía hacer en Alemania, era la canoa. En cuanto tomo en mano el remo, olvido todas mis preocupaciones. Cuando inicialmente vivía en una casa de refugiados, estaba contento de poder ir al club y quedarme ahí hasta la noche. La canoa me calma”. (thefrontierpost.com, 1 de junio de 2021; swr.de, 8 de junio de 2021; canoeicf.com, 8 de junio de 2021; insidethegames.biz, 1 de octubre 2020; perfil Instagram del Equipo Olímpico de Refugiados COI, 22 de abril de 2021). En el 2018, fue nombrado héroe del deporte por la emisora alemana Sudwestrundfunk: “Si hay una cosa que siempre me digo, es esta: tengo que creer que lo lograré, sea lo que sea». (thefrontierpost.com, 1 de junio de 2021)
Lohalith Anjelina Nadai
Anjelina llegó en el 2002, con su tía, al campo de refugiados de Kakuma, Kenia, después de haber huido de Sudan del Sur debido a la guerra. Su talento se notó mientras todavía vivía en el campo de refugiados. En el 2015, uno de sus profesores le propuso participar en una carrera de 10 kilómetros organizada por la Fundación Tegla Loroupe, la fundación de la campeona que fue corredora de media distancia y maratonista cuyo propósito es apoyar y fomentar iniciativas de resolución de conflictos, por la paz y para reducir la pobreza en la región de los Grandes Lagos. Dado los resultados alcanzados, Anjelina fue seleccionada y, desde entonces, se entrena con la Fundación. “A donde fuera, corría -recuerda en una entrevista (mobsports.com, 18 de junio de 2021)- Cuando iba a buscar algo para mi madre, corría siempre porque no quería ser golpeada por ella. Me gustaba correr sin motivo, pero no sabía nada de la carrera hasta cuando Tegla llegó al campo. No sabía quien era. Sólo después descubrí sus medallas y su récord mundial”. Anjelina participó en los Juegos Olimpicos de Río 2016. En el 2018, fue seleccionada para unirse a otros jóvenes de todo el mundo en el primer «Sports at the Service of Humanity – Young Leaders Mentoring Programme» (El Deporte al Servicio de la Humanidad – Programa de Mentoría de Jóvenes líderes) en vista del Foro “Olimpismo en Acción” del Comité Olímpico Internacional y de los Juegos Olímpicos de la Juventud en Buenos Aires, Argentina.
Se convirtió en madre después de su participación en los Juegos Olímpicos del 2016.