Workshop
“Sportmeet for a United World”: yendo a las raíces de los valores auténticos
Maria Grazia Berretta
En São Sebastião, Brasil, se ha realizado recientemente el X Congreso Internacional de Sportmeet for a United World. A 20 años de su nacimiento sigue promoviendo una cultura y una práctica del deporte capaces de dar su aporte a la paz, al desarrollo y a la fraternidad universal.
Una red mundial de deportistas, operadores y profesionales del deporte, hombres y mujeres de todas las edades, culturas, etnias, idiomas y religiones, que viven la actividad física y deportiva como realidades importantes y positivas para el crecimiento integral de la persona humana y de la comunidad; gente animada por el deseo de dar un aporte, a través del deporte, al desarrollo, a la paz, a la construcción de un mundo más unido. Ésta es la misión de Sportmeet for a United World, expresión en el mundo del deporte de esa renovación espiritual y social a la que el Movimiento de los Focolares quiere dar su contribución. En las Naciones Unidas está representada por New Humanity, ONG acreditada en la UNESCO y este mes ha festejado sus 20 años de vida en São Sebastião, Brasil. Allí se realizó el X Congreso Internacional de Sportmeet for a United World. De ello nos habla Federica Comazzi, presidente e coordinadora internacional.
Federica, ¿quiénes han participado en este encuentro y cómo se han distribuido las actividades? ¿Cuáles han sido los objetivos y los temas que se han tratado?
El Congreso se construyó en colaboración con Ecoone, MPpU (Movimiento Político por la Unidad) y la Municipalidad de São Sebastião (Brasil) que puso a disposición el teatro municipal, el alojamiento y el transporte, a través de su Oficina del Deporte.
Al colaborar con Ecoone y con MPpU, Sportmeet se sintió sostenido por estas realidades que enriquecieron el programa con sus aportes, tomaron a su cargo las relaciones con las autoridades políticas y académicas, ofreciendo también un importante aporte a la redacción del manifiesto conclusivo firmado al terminar el evento.
El objetivo fue el de lanzar un itinerario para replantearse el deporte con una perspectiva socio-ambiental, partiendo de una reflexión sobre las luces y las sombras del deporte contemporáneo. Todo ello iluminado por un principio común a pueblos originarios de diferentes partes del mundo: el Vivir bien (Teko Porã en Guaraní, la lengua de los indígenas presentes en el territorio de São Sebastião y en otras zonas de América del Sur[1]).
Participaron de este congreso unas cien personas de ocho instituciones activas en el campo educativo, de la recuperación de las adicciones, de la promoción social en las periferias de las grandes metrópolis y en ciudades de Brasil, Argentina y Colombia. El programa se desarrolló a través de la presentación de distintos informes. En las tardes se daba espacio a actividades prácticas y a la profundización de la cultura local.
“El deporte, que ayuda a construir la fraternidad entre las personas, ¿puede también ayudar a mejorar la existencia humana desde un punto de vista socio-ambiental?” ha sido una de las preguntas que estuvieron en el centro del Congreso. Tras haber dirigido la mirada a la naturaleza y a la realidad local de Brasil, ¿cuál es la respuesta a esa pregunta?
Ha sido muy evidente que la lucha a la pobreza y un nuevo paradigma económico no basado exclusivamente en parámetros cuantitativos del crecimiento se imponen no sólo por necesidad, sino también como una emergencia. En este contexto quedó muy claro que el juego y el deporte constituyen una fuerza insustituible por el potencial enorme en términos de promoción humana y de difusión de una cultura que busca compartir los recursos. Son elementos basilares para una ecología que puede salvar a la humanidad de los desastres ambientales.
La definición Vivir bien (o Estar bien) nos ayuda a comprender que la fraternidad universal y el respeto por la naturaleza están relacionados. Si bien no es un principio cerrado y bien definido, al encontrarse enriquecido por muchos pueblos de la Tierra, al Vivir bien se lo puede definir partiendo de tres armonías: consigo mismos, con los demás y con la naturaleza. El deporte de hoy, el oficial promovido por el Movimiento Olímpico, muy a menudo tiene un enfoque basado en la explotación de los recursos naturales y humanos para un único fin: el dinero. Hay un desequilibrio entre estas armonías y está claro que esa falencia ha llevado a que ese gran contenedor se haya vaciado de valores. Hay que regresar a un sentido del juego, como el que se concebía antes del mismo Movimiento Olímpico y que se vivía en las comunidades indígenas. Éste contiene un valor más profundo y simbólico, que nos lleva a entender en profundidad quiénes somos. Hay que volver a pensar un juego y un deporte que no tengan como objetivo primordial el interés del individuo, y como consecuencia que no exploten los recursos, sino que permitan el encuentro entre personas, naturaleza y almas.
Al celebrar estos 20 años de camino de Sportmeet, ¿qué esperanzas tenemos para el futuro?
La experiencia que hemos hecho en Brasil –que ha sido el primer encuentro internacional después de la pandemia– ha puesto en luz y ha confirmado dos aspectos de la misión de Sportmeet. En primer lugar, la dimensión académica, que debemos llevar adelante con un núcleo de profesores de distintas Universidades e Instituciones desperdigadas en los distintos continentes, que han encontrado resonancia en los valores y en las experiencias de Sportmeet con respecto al trabajo que realizan. En segundo lugar –y en un ámbito, no separado del primero– de acciones para el cambio socio-cultural en el deporte y a través del deporte, con el desafío de mantener conectadas en red a las personas de las distintas organizaciones que han manifestado su interés y creen en la utilidad de un espacio común, incluso para no correr el riesgo de un aislamiento autorreferencial. La historia de Sportmeet ha puesto de relieve un elemento fundamental: que cultura y vida tienen que ir de la mano y que pueden enriquecerse y alimentarse recíprocamente.