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Diálogo y encuentro: el Centro Internacional de Estudiantes Giorgio La Pira

Desde hace 47 años, el Centro Internacional de Estudiantes Giorgio La Pira acoge en Italia a jóvenes de todos los países, culturas, religiones y tradiciones. Un lugar especial donde el objetivo es crecer juntos y encontrar valores comunes.
El Centro Internacional de Estudiantes Giorgio La Pira (Centro La Pira) está ubicado en Florencia, Italia, y trabaja el diálogo y la interculturalidad desde 1978. «Construimos espacios de intercambio entre jóvenes y culturas para un mundo más fraterno», puede ser la síntesis de esta hermosa realidad de la que hablamos con su presidente, Marco Salvatori.
Marco ¿de dónde nace esta bellísima historia?
Surgió de una inspiración del cardenal Benelli, cuando en 1978 empezaron a llegar a Florencia los primeros estudiantes universitarios internacionales. No existían estructuras como hoy y al darse cuenta del malestar que vivían estos jóvenes por estar lejos de casa y de sus seres queridos, se preguntó: «¿Quién revelará el alma de Florencia?».
¿Cómo se respondió?
Comenzando a desarrollar el sueño de un Centro donde estos jóvenes pudieran reunirse. Escribió una carta muy hermosa a Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, donde le pedía estar disponible para animar este lugar: ella respondió con gran entusiasmo. Desde allí llegaron los primeros miembros del Movimiento de los Focolares para abrir y darle vida al Centro, en un espacio cedido en préstamo para su uso por la diócesis de Florencia.
¿Cómo creció el proyecto?
De manera muy natural, a través del encuentro y del diálogo, incluido el diálogo interreligioso. Muchos de los jóvenes eran de fe musulmana. Podemos decir que la primera comunidad musulmana de Florencia nació en el Centro La Pira. Me gusta recordar una anécdota.
¿Cual?
Necesitaban un lugar de oración, pero en Florencia todavía no había ninguna mezquita. Luego, con la aprobación del Obispo, comenzaron a hacerlo en el “Salón Teatina” del Centro. En la bóveda de la sala hay un fresco de un crucifijo y la primera oración de estos jóvenes musulmanes en Florencia fue justo bajo esta cruz. Muy simbólico para lo que con el tiempo será el diálogo cristiano-islámico en Florencia.
¿Cuáles fueron los principales obstáculos durante ese período?
Ciertamente el idioma. Pocas personas hablaban italiano y se comprendió inmediatamente la gran importancia de organizar cursos de italiano.
¿Quién los hacía?
Inicialmente profesores voluntarios y no sólo del Movimiento de los Focolares. Los cursos han sido una constante a lo largo de la vida del Centro La Pira. Hoy en día, además de estos, contamos con aquellos impartidos por profesores profesionales, estructurados en diferentes niveles. Seguimos centrándonos enormemente en la calidad de nuestra oferta de formación.
El lenguaje como herramienta fundamental para el diálogo.
Por supuesto, y por ello hemos desarrollado los cursos de forma cada vez más profesional. Hoy tenemos una relación muy estrecha con la Universidad para Extranjeros de Siena (Unistrasi).
¿Cómo?
Tenemos un acuerdo con ellos: somos centro examinador para la certificación CILS (Certificación de Italiano como Lengua Extranjera) y centro de formación para glotodidáctica. También somos centro examinador para la certificación DITALS. Se trata de una certificación que Unistrasi emite a quienes quieren enseñar italiano a extranjeros. El libro que adoptamos, “Insieme al Centro”, fue creado por nuestros profesores.
¿Cuáles son otras herramientas y puntos clave de su trabajo?
El encuentro. El de los jóvenes que, como en el 78, llegan dejando atrás realidades muy pesadas. Acogemos a jóvenes de Ucrania, Afganistán, Yemen, Palestina, Congo…
Países en guerra.
En este momento tenemos una chica iraní en el mismo apartamento que una chica ucraniana. Al principio no fue fácil, porque el encuentro no siempre es fácil, pero de aquí nace la empatía, el amor y el sentido de familia. Crecemos juntos, nos conocemos y podemos encontrar valores comunes, como el fundamental para nosotros, la fraternidad. Un valor compartido por Chiara Lubich y Giorgio La Pira, el “santo alcalde” en cuyo honor, al día siguiente de su muerte, el cardenal Benelli pensó en dar el nombre al Centro.

¿Quiénes son estas dos figuras para ustedes?
Son los dos gigantes que siempre han inspirado al Centro.
¿También enseñan valores, además del idioma?
Enseñar italiano con la máxima profesionalidad es muy importante, pero también lo es el corazón con el que lo haces. Creemos que esto hace una diferencia en la experiencia que estos jóvenes tienen en el Centro.
¿Qué importancia tiene invertir en los jóvenes?
Los jóvenes son el futuro pero también el presente: sólo a través del diálogo entre ellos podemos imaginar un futuro mejor. Debemos dejar de lado los prejuicios, empezando por los que se refieren al origen geográfico y cultural. Debemos desarmarnos y mirar al pueblo. La comunicación comienza allí. En nuestros dos apartamentos vivirás una experiencia de convivencia positiva.
¿Quién vive allí?
14 estudiantes universitarios. Ciertamente no estamos hablando de grandes números, pero incluso si fuera un solo joven, habríamos cambiado la vida de ese joven.
¿Con su testimonio, se convierten ellos mismos, en maestros de esta posibilidad?
Hemos instituido un espacio abierto, los jueves por la tarde, donde también se reúnen de manera informal aquellos que vienen al Centro para aprender italiano o para los eventos que organizamos. El resultado se puede ver en sus ojos, en sus sonrisas, en sus ganas de hablarse y estar juntos.
En su trabajo está muy contemplado el diálogo interreligioso. ¿Qué importancia tiene trabajar este tipo de diálogo?
Recuerdo nuevamente las palabras del cardenal Benelli que nos exhortaba a servir a estos jóvenes, a conocerlos, a hacerlos sentir acogidos poniéndonos a su lado, respetándolos y ayudándolos en todo, y añadía: “Si son musulmanes, los ayudaremos a ser mejores musulmanes, si son judíos a ser judíos…”. Este es un diálogo muy profundo.
¿Qué llevan adelante como cristianos?
Todos saben que el Centro La Pira es una realidad cristiana vinculada a la Iglesia Católica desde nuestros espacios. Pero al mismo tiempo es una experiencia de una iglesia de frontera.
¿Frontera en qué sentido?
La frontera del encuentro con las diferentes religiones y con los mismos no creyentes. Incluso con ellos podrás encontrar puntos de contacto. Tratamos de transformar nuestros valores cristianos en vida y esto llega a todos, con respeto a todos. A partir de este conocimiento desde abajo, entre personas y no entre instituciones, se ponen en marcha relaciones.
¿A veces hay conflictos?
Por supuesto, y no hay que eliminarlos, sino más bien afrontarlos intentando comprender al otro. A veces es sencillo, otras veces no tanto, pero esta tensión hacia la escucha profunda y mutua hace que las cosas sean mucho más fáciles.
¿Es cierto que la primera escuela árabe de Florencia nació en el Centro La Pira?
Sí, con una profesora yemení, una de las primeras alumnas del Centro. Tras el ataque a las Torres Gemelas, se intentó dar una respuesta contracorriente al odio creciente ayudando a las segundas generaciones a descubrir la belleza del lenguaje de sus padres. De allí nació un camino que luego se expandió hasta la ciudad.
Me parece que este trabajo tiende un puente entre la acogida y la formación. ¿Qué opinas?
Nuestro sueño es formar jóvenes que puedan convertirse en puentes vivos entre diferentes países. La experiencia de estos 47 años nos ha demostrado que las relaciones construidas sobre el valor de la fraternidad han llevado a veces a los jóvenes a regresar a sus países, ¡dando incluso a veces lugar a experiencias similares o inspiradas en la del Centro La Pira! Esto nos da confianza y esperanza más allá de todo esfuerzo. Las semillas sembradas caminan en el mundo. Tenemos muchos proyectos en este sentido, a menudo desarrollados con otros socios, entre ellos la ONG New Humanity.

¿Qué valor tiene el lenguaje del arte a la hora de fomentar el encuentro y el diálogo?
Como músico (Marco Salvatori es el primer oboe del Maggio Musicale Fiorentino, nrd.) puedo ser parcial, pero la experiencia en el Centro nos dice que el lenguaje del arte, la música en particular es absolutamente privilegiado para construir relaciones. Una querida amiga, Marie Thérèse Henderson, definió la música como “el arte de las relaciones”. No puedo encontrar una mejor definición. Por este motivo, en el Centro llevamos cinco años organizando ciclos de conciertos en los que jóvenes músicos se reúnen y hacen música juntos. También organizamos concursos de fotografía, exposiciones de pintura y presentaciones de libros…
Nos contaste una historia muy bonita.
Una historia en la que tiene gran importancia la idea de gobernanza compartida, lo que en nuestro caso supone intentar poner en práctica el pensamiento de Chiara Lubich que nos guía.
Compartir verdaderamente…
La experiencia más importante para mí en estos diez años como director del Centro La Pira ha sido trabajar, a pesar de todas mis limitaciones, con este espíritu, que no es otro que el espíritu sinodal expresado de manera maravillosa por aquel proverbio africano que dice que solos vamos más rápido, pero juntos llegamos más lejos.