Workshop
Una escuela con dimensión de ciudad
La experiencia educativa de un liceo en Prato, en Toscana, donde los estudiantes se involucran en caminos de “cuidado” que miran las heridas de la ciudad.
Su padre la definía como “empresaria sin fines de lucro”, y ella personificó muy bien esta definición. De hecho, 40 años de docencia en un Instituto de Prato, a las afueras de Florencia, han convertido a Sandra Mugnaioni en un punto de referencia de la solidaridad y de la fraternidad, por un “cuidado” de muchos chicos y familias de la ciudad. ¿cómo? Enseñando bien, antes que nada, haciendo bien su trabajo y dejando que la creatividad y la sensibilidad hacia el otro, hicieran el resto.
Me comunico con Sandra por la mañana temprano, una mujer como ella siempre tiene muchas cosas que hacer, también tiene un esposo, dos hijos y un nietecito de pocos meses. «Soy profesora de literatura, ahora jubilada, pero siempre convencida que la fraternidad no podía esperar, aproveché mi trabajo para ir un poco más allá, con mis muchachos, de lo que eran simples clases en la escuela, para profundizar varios temas de actualidad que los pudieran involucrar siendo proactivos ante los problemas de nuestra ciudad».
En el Instituto Copérnico de Prato, desde hace unos veinte años, Sandra lleva a cabo algunos proyectos que hacen de los estudiantes “ciudadanos activos” del instituto, abiertos a la ciudad: conferencias interactivas, recorridos cívicos, lecturas, debates en clase, proyectos sobre el territorio, textos teatrales. Un de los proyectos más interesantes es precisamente Peer Educators (La Instrucción entre Pares es un método de enseñanza interactivo desarrollado por el profesor de Harvard, Eric Mazur, en los años 1990): los chicos eligen un tema de acuerdo con los profesores que siguen un proyecto distinto cada año, se leen los documentos, se profundizan por diferentes fuentes las distintas facetas del problema. Lugo se decide qué hacer. «El año pasado el tema fue el de las así llamadas “ecomafias”, con una orientación muy fuerte hacia la sensibilidad ambiental: los muchachos leyeron muchos textos, estuvieron en “la Tierra de Fuegos (Tierra de fuegos, en esta zona, ubicada entre Nápoles y Caserta, la Ecomafia ha estado desechando desperdicios tóxicos durante años), se pusieron en contacto con el padre Maurizio Patriciello, con la asociación “Nosotros, madres de todos”.
Al final de todo este recorrido se escribió un texto teatral, la Gardugna, (en español significa Cosa Nostra) representado a 700 chicos de secundaria en Prato, y en el teatro principal de la ciudad. De esta manera los estudiantes adquieren una sensibilidad y una competencia que les permite convertirse ellos mismos, en formadores de sus pares y de sus coetáneos con mayores dificultades: son precisamente los peer educator que una vez egresados no pierden las ocasiones para hacer el bien y no abandonan su profesión, tanto que la experiencia, en el instituto y fuera, se comparte y se construye por un grupo de docentes siempre más amplio.
«Por supuesto, es necesario adquirir sólidos conocimientos técnicos, además de tener empatía por los jóvenes: tuve que “re-estudiarlos” en cierto sentido, incluso cuando me jubilé».
Una pensión, para Sandra, que coincide con uno de los periodos más activos, también con su empeño político a nivel local; luego ¿cómo materializa el compromiso con los chicos fuera del Instituto? En Prato está el Villaggio Gescal, un conglomerado de apartamentos, edificados en los años 80. Son muchas las familias que viven allí, algunas con muchas dificultades, la aldea refleja un poco las 124 etnias presentes en la ciudad. Está el Instituto integral Don Milani, hay una escuela secundaria y cuatro institutos profesionales, algunos institutos técnicos y escuelas de liceo. Se pueden imaginar las dificultades porqué en Prato la crisis golpea fuerte y por tanto los muchachos que frecuentaban las escuelas se veían afectados. «Una amiga que trabajaba en la Don Milani me dijo:”¿Por qué no vienes a darnos una mano aquí con los muchachos en dificultad?” Y así, apenas me jubilé, comencé a trabajar en ese contexto incluyendo los Peer Educator». Nace así el doposcuola Romero, (refuerzo escolar) dedicado al obispo Oscar Romero, asesinado en 1980 precisamente por su lucha en defensa de los más pobres y marginados. Dentro del centro cívico de la aldea, con el patrocinio de la alcaldía, el refuerzo escolar permanece abierto dos veces durante la semana.
Lo frecuentan muchachos que viven situaciones de marginación desde el punto de vista familiar o socioeconómico, son seguidos por profesores en pensión que todavía tienen deseos de trabajar, y por los Peer Educator que en cambio aprenden precisamente en ese contexto a gastarse por los demás: «¿Sabes? Los jóvenes tienen necesidad de cosas concretas»- continúa Sandra.
Así se crea, poco a poco, una familia, que también durante esta pandemia no ha dejado nunca de “tener cuidado” de muchachos y familias. «En marzo comenzamos un refuerzo escolar con didáctica a distancia. Nos dimos cuenta que, por motivos socioeconómicos, alrededor de 50 muchachos no se conectaban por la mañana con los profesores legítimos, porque tal vez algunos vivían 7 personas en dos habitaciones, adolescentes abandonados a sí mismos, y nos arriesgábamos a perderlos del todo».
Sandra y sus muchachos buscan personalmente a los estudiantes y uno por uno, los recuperó todos, y al final del año, todos lograron ser promovidos.
Es grande la victoria del proyecto, un trabajo que continua también hoy, en esta segunda onda de la pandemia, y que tiene sus raíces en las relaciones: «la convivencia y la relación personal aquí son todo: entre nosotros profesores, ancianos y jóvenes, para que cada uno no piense sólo a su deber específico, sino que sea responsable del trabajo de los demás, en una especie de comunidad activa, tratamos de estar en sinergia, en colaboración». Y luego la relación con los muchachos que finalmente tienen puntos de referencia que en las familias no se pueden asegurar.
De fondo, el objetivo de la reciprocidad de las relaciones que cambian las situaciones está siempre presente.
«¿Sabes qué me ha dicho uno de los Peer educator, un muchacho musulmán, de 23 años? ‘Sandra, tú nos das mucho, pero yo también te estoy dando muchísimo, todo el tiempo que me sobra del estudio. Te lo dono a ti, y por todo lo que estamos haciendo'».