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Vacaciones diferentes en «El Espinal»

 
20 marzo 2018   |   , ,
 

Del 8 al 16 de enero, un grupo de 25 jóvenes, adolescentes y adultos, volvieron a vacacionar en El Espinal, Salta. Conocemos cómo fue la tercera edición de las “vacaciones diferentes”, de la mano de una de las jóvenes que participa desde la primera vez.

¿Qué es lo primero que se piensa a la hora de ir de vacaciones? Según algunos sitios web de turismo, la gente piensa en el clima y el dinero. Posteriormente se tienen en cuenta la comida y las actividades a realizar en el destino turístico. Sin embargo, hay un grupo de jóvenes que no encaja con los sitios web de turismo. Son los 25 jóvenes que, año a año, vuelven a elegir El Espinal, un pueblito ubicado entre las ciudades de Salta y San Miguel de Tucumán, al noroeste de la Argentina.

El principal objetivo de estas vacaciones diferentes es, además de descansar, el de compartir junto a las personas del lugar. Para conocerlos y compartir, pero también para que ellos mismos descubran sus propio potencial. De hecho, la invitación se hace desde la Pastoral de Turismo Sustentable y Solidario del Noroeste Argentino (NOA), que son quienes acompañan a los locales, para que puedan descubrir el potencial turístico que tiene la zona y, de esta manera, lo puedan explotar ellos mismos.

Sol Wamba, una joven estudiante de Comunicación Social de la ciudad de La Rioja, participa de estas vacaciones desde la primera edición y nos cuenta qué tienen de especial siempre, qué tuvo de particular este año y porqué ella elige estas vacaciones.

Primero y principal, ¿Qué significa vacaciones diferentes? ¿Diferentes en qué sentido?

Entonces, la idea es hacer turismo, pero de manera diferente con la gente del lugar. Por ejemplo, se hace una cabalgata con la familia que tiene caballos o se hace un paseo en tractor que lo organiza uno de los jóvenes del lugar. Se va al río, se realizan caminatas, etc. Sin embargo, la principal actividad es compartir con la gente del lugar. Cuando llegamos, lo primero que hacemos es ir a visitar a todas las familias. Entre ellos, hay mucha gente mayor, que está sola, entonces para ellos es especial que un grupo de chicos le toque la puerta y lo vaya a visitar.

¿Qué tiene de particular ir a visitar a la gente del lugar?
Lo más especial es que cada vez que vamos a una casa, a pesar de vivir en casas muy humildes, con pisos de tierra; ellos sacan las sillas, la gaseosa, el agua; o sea, todo lo que tienen para invitarnos, como si fuéramos de su familia. Es su generosidad lo que más nos atrae a volver. Muchos vamos hace ya varios años y lo que más nos genera las ganas de volver es eso. No tanto por el río, sino por compartir.

 

¿Qué actividades realizan en el día a día?

Nos proponemos organizar actividades para que los jóvenes vengan. La gente del lugar trabaja en el tabacal, todos: madre, padre, hijos. Entonces la idea es que ellos tengan también un momento para dispersarse con nosotros. Jugar, bailar, cantar, cosas muy simples para disfrutar juntos. Este año, además, llevamos el Dado de la Paz a otro pueblo, que se llama El Jardín. Y fuimos a una Colonia de vacaciones, que se organiza para que los chicos más chicos de la casa no trabajen. Para tratar de luchar contra el trabajo infantil. Estuvo bueno porque eran 200 chicos, desde bebés hasta 17 años que están todo el día ahí. Fue muy lindo llevar el dado de la paz con la obra de teatro que organizamos en Córdoba. Posteriormente jugamos con ellos, compartimos la merienda y les regalamos dados de la paz para que puedan vivirlo.

¿Cómo ves vos que van explotando su potencial la gente del lugar?
Este año por ejemplo, los locales armaron una feria para ofrecer sus productos. Ellos son productores de miel, tomate, cebolla, huevos, mermeladas y telares. Entonces fue muy bueno porque ayuda a que la comunidad siga creciendo.

¿Por qué elegís vacacionar de manera diferente?
Yo elijo vacacionar de esta manera, más que nada, para reencontrarme con las familias y los chicos que viven ahí. Para estar con ellos. El contacto lo mantenemos durante el año. Lo elijo más que nada por eso, no tanto por despejarme o ir al río – que también lo hago –. Además es muy lindo con el grupo que vamos todos los años. Somos un grupo de personas muy distintas, al principio cuesta porque es un desafío entrar en confianza, también porque hay que limpiar, cocinar, lavar y es cansador, pero también en ese sentido se van superando esos desafíos para ir después al encuentro de las otras personas.

¿Qué tuvo de particular este año?
Este año, lo diferente fue que, como ya nos conocemos mucho con las familias, ellos estuvieron casi todo el tiempo con nosotros. Había un grupo de los chicos más chicos que incluso los dejaban no ir a trabajar para que estuvieran con nosotros. No era que nosotros íbamos a visitarlos, sino que son parte del grupo. También ellos nos acompañaron a visitar las otras familias, cosa que antes no pasaba.

Es la experiencia de Sol y todos los que se animan a formar parte, que genera una invitación no sólo para los turistas, a formar parte de la comunidad, sino que potencia a los locales a ir más allá de sí mismos para crecer y progresar como grupo y sociedad, sin dejar de mantener sus costumbres y actividades propias.


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